Capítulo
9.Desahogo.
Al día siguiente, Sergio, mi hermano, me despertó con un
almohadazo en toda la cara. Escuché su risa.
-David te ha llamado. Quiere que vayas dentro de una hora a su
casa.
-¿Y no puedes despertar como la gente normal? Me duele el ojo,
¿sabes?- dije enfadado.
-No me acordaba, lo siento.
Mi hermano salió de la habitación mientras yo me levantaba de
la cama. Cogí lo primero que vi del armario que conjuntara y me vestí. Salí de
mi cuarto y me senté en el sofá mientras daba los buenos días a mis padres. Mi
madre se acercó a mí.
-¿A ver ese ojo? – dijo mi madre curiosa. –Hoy está menos
inflamado, menos mal.
-¡Qué bien!- dije alegre.
-Vuelve a ponerte la pomada cuando te laves la cara.
-Voy.
Me levanté y fui a hacer lo que mi madre me dijo porque si no
lo hacía me iba a dar la vara hasta que me fuera. Cuando terminé me lavé las
manos y fui a desayunar. El tiempo pasó volando y cuando me quise dar cuenta
solo quedaban quince minutos para las 12:00, que era la hora a la que David me
había dicho, según mi hermano. Así que me fui al momento de mirar el reloj.
Para cuando llegué, David estaba esperándome.
-Tan puntual como siempre, las doce y cuarto. – dijo David con
ironía.
-Lo siento. Ya me conoces.
-Por eso no me extraño.
-¿Está lejos la casa de tu primo?
-No, está aquí al lado.
Andamos unos veinte minutos hasta una urbanización de pijos, o
eso decíamos nosotros. Pasamos de largo varias casas hasta llegar a una
bastante grande. David se paró y llamó al telefonillo. La puerta se abrió y nos
encontramos al primo de David en la puerta.
-Pensé que no llegarías nunca. – dijo el primo de David.
-Me entretuve un poco, ya sabes. – dijo David
-¿No me presentas a tu colega?
-Sí, el es Javi. Javi este es mi primo Darío.
-Encantado. – dije tímidamente.
-Bueno, David, tú ya conoces la casa, espero que me la cuides.
-No te preocupes, ahora nos encargamos nosotros de guardar las
cosas frágiles y todo, no notarás que hemos estado aquí.
-Eso espero. Me tengo que ir ya, mi mujer se fue esta mañana y
si no voy pronto a casa de sus padres se preocupará. Toma las llaves de la
casa.
-Vale primo, dale recuerdos de mi parte. Gracias por el favor.
-Adiós. – dijimos los tres a la vez.
Darío cogió su descapotable y salió disparado con el coche
como alma que lleva el diablo.
-Entremos para dentro, vamos a redecorar.
-Vale, no esperes mucho de mí – dije a David con cierta
risita.
Entramos en la casa y empezamos a echarle fotos a todo lo que
movíamos para saber cómo iba cada cosa. Fuimos guardando todo en cajas que
luego llevamos al garaje. Mientras hablábamos de lo que cenaríamos esta noche,
la visita que tendríamos o dónde íbamos a comer cada uno.
-Yo tengo que ir a casa de mis tíos porque mi abuela está con
ellos y apenas puede moverse – dije
-Pues yo me quedo en casa, a mi casa vienen todos a celebrar
Nochebuena.
-A mí me encantaría no moverme de casa.
-Bueno, después te lo pasas bien.
-Ya he terminado de recoger por aquí. – dije aliviado.
-Yo también he terminado. Vamos a coger los adornos de fiesta
y a preparar las cosas.
-¿Llamo a Ángel y a Alex para que traigan las bebidas?
-No, luego mejor. Primero terminemos esto.
Entre los adornos del primo de David y los que nosotros
pusimos, la casa había quedado perfecta. Habíamos hecho un buen trabajo. Miré a
David y le guiñé un ojo como diciéndole que estaba genial. David sonrió
mientras se sentaba en el sofá.
-Estoy muerto – dijo cansado.
-Yo también – dije mientras me sentaba en el sofá.
-Descansemos un rato.
-Bueno, mientras descansamos, ¿me cuentas lo del chaval de
ayer? ¿Por qué quería pegarte?
-Eso…
-Sí, eso. Creo que debes explicármelo, mira mi ojo.
-No es fácil de contar.
-Inténtalo.
-¿Recuerdas cuando dije hace dos fin de semanas que me iba de
fiesta a casa de mi prima?
-Sí, por su cumpleaños, ¿no?
-Exacto.
-Bueno sigue.
-A ver, la fiesta empezó tranquila, un poco de comida, luego
la tarta y algo de música, luego empezó la locura. Todos los amigos de mi prima
empezaron a beber, incluido yo. Hay cosas que me contaron al día siguiente
porque yo no me acordaba. Disfrutaba de la fiesta, todos bebíamos y normal. De
pronto, vi a una chavala guapísima y me puse a bailar con ella. Entre vaso y
vaso cogí una buena y me lie con la chiquilla. Lo que yo no sabía es que los
amigos de mi prima me habían echado una especie de droga en la bebida que me
hizo desmadrarme más de la cuenta hasta el punto de no saber lo que hacía. La
chavala se fue pronto a casa y seguí bailando con más niñas. Ya de esto no me
acuerdo bien, fue lo que me contaron.
-¿Qué te contaron?
-Mientras bailaba y bebía, el chaval de ayer se acercó a mí y
me agarró del brazo, mi prima me siguió porque creía que había problemas, pero…
lo que vio fue que el chaval de ayer me entró y yo le seguí… No pasó nada más,
pero me llevé con él hasta que me dormí, o eso dicen. Cuando me desperté, él
estaba a mi lado abrazado a mí y yo me levanté alejándome de él. Me fui
rápidamente y me fui de la casa de mi prima. Él vino detrás de mí al rato,
corriendo. Me dijo que quería conocerme más, yo no sabía de lo que hablaba y le dije que no me gustaban los chicos, pero él
insistió. Al final, como no me dejaba en paz hice que otro día me viera irme
con una. Se enfadó y me citó ayer en el parque aquel, el resto ya lo conoces.
Me quedé sin palabras, no podía creérmelo.
-Javi, di algo.
-¡Qué fuerte!
-Lo sé, yo tampoco podía creerlo.
-Pero, ¿te gustan los chicos?
-La verdad, no sé qué pensar ya.
-¿Sientes algo por alguno?
-Sí, ahora mismo te haría locuras en el sofá.
Ambos nos quedamos serios y yo le miraba con cara de me están
ahogando, pero David no pudo más y empezó a reírse.
-¡Tendrías que haberte visto la cara! – dijo David
descojonado.
-¡Qué gracioso! – dije con ironía.
-Mis sentimientos siguen igual, que yo sepa.
-Ya… Una pena.
-Encima los tendré que ver aquí acaramelados.
-Pasa de ellos, Marta ha cambiado.
-A peor.
-Son muchos años de amistad, normal que te viera como un
amigo.
-Pues entonces que no habría sido tan brusca cuando se lo
dije.
-Se pasó un poco.
-Es tan duro el amor.
-Demasiado. – dijo apenado.
David me abrazó y yo hice lo mismo.
-Bueno, anímate, que lo vamos a pasar genial esta noche. Voy a
llamar a Ángel para que traiga las bebidas con Alex. – dije animando el
ambiente.
-Si… ya es hora.
Mientras yo llamaba a Ángel para decirle dónde tenían que
venir a traer las bebidas, David fue al baño del cuarto de su primo. Cuando
colgué, escuché un ruido en el cuarto. Corrí a mirar que pasaba. David estaba
en el baño y pregunté si se podía pasar.
-Entra, entra. – dijo David relajado.
Cuando entré, vi a David metido en un jacuzzi.
-Métete Javi.
-¿Te has puesto bañador?
-No, estoy desnudo, no es malo.
-Pues voy para dentro.
Me quité la ropa y me metí en el jacuzzi. Era increíble, con
los masajes, el agua caliente y las burbujas.
-Esto es peor que la droga – dije con voz dormida.
-Ya te digo.
-Ahora podrías hacerme cualquiera cosa que no me quejaría.
-¡Anda, calla! ¿Qué voy a hacerte?
-No sé, tú sabrás.
-¡Qué tonto! – dijo riendo.
-¿Sabes que luego tendremos que salirnos para abrirle a estos
dos?
-Ánimo Javi.
-Eso lo echamos a suerte. – dije riendo
-Ya veremos. – dijo riéndose otra vez.
Sonreí a David y le puse la mano en la pierna.
-¡Para!
Empecé a descojonarme y cuando paré volví a tocarle la pierna.
David se volvió a quejar y yo más me reía.
-Como sigas así te voy a entrar. – dijo David de broma.
-No hay huevos. – dije riendo.
-Bueno, avisado quedas, que a mí me da igual, ni que me dieras
asco.
-¡Qué perro!
-Avisado estás. – dijo riendo.
De pronto, sonó el timbre de la puerta. Estábamos tan
relajados que no nos queríamos mover, pero tuvimos que salirnos e ir a abrir la
puerta. Eran Alex, Ángel y otro chaval más que no conocíamos. Nos saludamos y
entramos.
-Javi, David, él es Leo, es un amigo que va a pasar las
navidades aquí y pensé que podría venirse a la fiesta. – dijo Alex.
-A mí no me importa. Contra más seamos mejor. – dijo David.
-Por mi puede venir. – dije aún con la toalla en la mano.
-Gracias. – dijo sonriendo y algo tímido Leo.
-Aquí traemos el cargamento de la noche, ¿dónde lo dejamos? –
dijo Ángel.
David acompañó a Ángel a la cocina y empezaron a guardar las
botellas. Mientras, Alex, Leo y yo fuimos al salón. Alex y Leo comenzaron a
hablar de sus cosas y yo me puse a ver la tele. No echaban nada interesante y
me estaba entrando sueño. Leo me preguntó dónde estaba el baño y yo le
respondí. Entonces, ambos se levantaron y fueron al baño. Me pareció raro, una
cosa es tener vergüenza y otra tener que ir juntos al baño. Me quedé dormido
cuando salieron del salón, pero a los diez minutos David y Ángel me
despertaron.
-¿Dónde están los otros dos? Tenemos que irnos ya. – dijo
David.
-Creo que en el baño, voy a buscarlos.
David y Ángel se quedaron viendo la tele y yo me levanté a ver
donde estaban. Fui al baño, pero no estaban. Me pareció raro y creí que se
habían ido, sin embargo, cuando iba a volver al salón escuché una silla moverse
en el cuarto de enfrente.
Supongo
que estarán, aquí. Voy a decirles que nos vamos. Abrí la
puerta y entré.
-¡Oh, Dios! – grité exaltado.
Me giré y salí rápidamente de la habitación. Ambos estaban
desnudos, Alex apoyado en la pared y Leo detrás de él. No podía creerme lo que
acababa de ver. Era… Sin palabras, no puedo explicar esa sensación debido a que
nunca me había pasado nada semejante. Volví al salón lentamente con los ojos
que se me salían de las órbitas. No dije nada y me senté.
-¿Y bien? – dijo David.
-Dicen que ya vienen.
-Parece que has visto un muerto Javi – dijo Ángel riendo.
Como supuse, a los cinco minutos salieron del cuarto y
vinieron al salón.
-Perdón por la tardanza, es que nos hemos puesto a ver la
casa. – dijo Alex como si no pasara nada.
-No pasa nada. Vámonos, ya vendremos esta noche. – dijo David.
Cuando salimos de la casa Alex me cogió del brazo y nos
quedamos atrás.
-Siento lo que has visto, no pudimos resistirnos. – dijo Alex
avergonzado.
-No pasa nada, a mí también me ha pasado eso alguna vez. –
dije para que no se sintiera así.
-En verdad Leo y yo estamos empezando una relación, lo conocí
hace un mes, es el hermano del amigo de mi hermana. La familia de él invitó a
la mía a una comida en su chalet y allí nos liamos.
-Parece buen chaval.
-Espero que sea el chico de mi vida. – dijo animado.
-Seguro que sí. – dije sonriendo.
Nos adelantamos y alcanzamos a los tres. Hablaban de la
fiesta, de quiénes se emborracharían y de quienes se liarían. Leo solo escuchaba.
-Sois peores que unas marujas de patio. – dije riendo.
-Tú también estás impaciente y lo sabes. – dijo Ángel.
-Tal vez.
-¡Qué poco me gusta ese tal vez! – dijo David sonriendo.
Nos llevamos todo el tiempo así hasta que cada uno se fue
despidiendo y yendo a sus casas. Alex y Leo iban de la mano. Me alegraba por
él, por fin no tenía que sentir que me quería para él y podía ser libre al fin.
Además, se le veía muy feliz y Leo no era mal chaval, por lo menos a simple
vista. Me despedí de ellos y subí un piso por las escaleras, miré por la
ventana y vi cómo se besaban. Sonreí y seguí subiendo.
Cuando llegué, mi madre estaba ya sofocada haciendo comida que
tenía que llevar, mandándonos a duchar, etc. Lo que suele pasar en estos días
de fiesta, que más bien parecen días de estrés. Nada más llegar, mi madre
empezó a ordenarme que me duchara, que me preparara para irnos y que no
tardara. Cuando se ponía así me ponía de los nervios, pero tuve que hacerle
caso porque luego es peor. Lo peor de ese día fue que mi hermano se metió en el
baño al ver que yo iba a meterme y mi madre me volvió a echar la bronca por no
haberme duchado antes.
Al rato, toda la familia estábamos preparados para irnos de
casa y nos dirigimos al coche, pero cuando llegamos al coche mi madre, como
siempre, tuvo que volver a casa por algo que se había olvidado, siempre le
ocurría. También tardó más tiempo de lo normal porque se quedaría hablando con
alguna vecina, pero parece que no tiene prisa cuando habla con ellas. Cuando ya
estábamos listos, mi padre arrancó el coche y nos dirigimos a casa de mis tíos
a pasar una buena cena de Nochebuena, pero yo estaba impaciente por la fiesta
de después, no me interesaba mucho la cena.
El viaje a casa de mis tíos fue muy silencioso, menos mal que
me traje los auriculares para escuchar música y así entretenerme un poco. A
veces, mi hermano decía algo y mis padres contestaban y se volvían a callar. El
viaje me pareció bastante largo. Me pareció estar en el coche dos horas cuando
estuve apenas media hora. Me dio tiempo a pensar en tantas cosas que el tiempo
parecía no pasar. Estaba pensando cómo había cambiado mi vida en tan solo tres
meses, todas las cosas que habían pasado y todas las podrían haber pasado.
Recordé el día en el que conocí a Alex y, pensar que ahora es uno de mis
mejores amigos me alegró ese rato en el coche. De una cosa estaba seguro, esa
noche se iba a liar.
La cena fue muy ajetreada, toda mi familia por parte de madre
iba llegando, los hombres hablaban y de vez en cuando ayudaban en algo mientras
que las mujeres iban preparando los platos y mandándonos a los hijos y sobrinos
que pusiéramos la mesa y fuéramos llevando platos. Como sabía que iba a ser
como todos los años yo no entré en la cocina y estuve con mi prima Alicia fuera
de la casa hablando de nuestras cosas. Alicia era una chica de mi edad, morena,
ojos claros y de estatura normal. La mayoría de los primos tenemos los mismos
rasgos, aunque distintas edades.
Mi prima acababa de empezar una relación con un chaval de su
instituto. Le iba bien, o eso parecía. Yo le conté mi ajetreada vida y lo que
había pasado en estos últimos meses. Lo de Alex, lo de mi ojo morado, etc.
-¡Qué pena, primo!
-¿Qué cosa?
-Me hubiera gustado tener un primo gay o bisexual.
-No está en mis planes hacerme eso.
-Machito. – dijo Alicia refunfuñando.
-Así soy. – dije alardeando irónicamente.
Alicia me miró despectivamente y luego se rio. Yo la seguí
hasta que mi hermano salió fuera y nos dijo que entráramos a comer. Nos
sentamos juntos y, cuando todos se sentaron a la mesa, empezamos a comer. Hubo
mucha charla y bastante ambiente durante la cena.
Cuando terminamos, mi
padre nos llevó a mi prima y a mí de vuelta a la ciudad y se fue. Le dije a mi
prima que se viniera con sus amigas a nuestra fiesta. Además, mis amigos ya la
conocían y no les importaba. Ella aceptó y llamó a sus amigas que también
aceptaron. Fuimos a buscarlas y nos dirigimos a la casa del primo de David.
Tardamos bastante tiempo en llegar y cuando llegamos todos estaban dentro
empezando la fiesta.