martes, 17 de julio de 2012

Capítulo 9

Bueno, espero que no me matéis por no haberlo subido antes, aquí va otro capítulo :D


Capítulo 9.Desahogo.
Al día siguiente, Sergio, mi hermano, me despertó con un almohadazo en toda la cara. Escuché su risa.
-David te ha llamado. Quiere que vayas dentro de una hora a su casa.
-¿Y no puedes despertar como la gente normal? Me duele el ojo, ¿sabes?- dije enfadado.
-No me acordaba, lo siento.
Mi hermano salió de la habitación mientras yo me levantaba de la cama. Cogí lo primero que vi del armario que conjuntara y me vestí. Salí de mi cuarto y me senté en el sofá mientras daba los buenos días a mis padres. Mi madre se acercó a mí.
-¿A ver ese ojo? – dijo mi madre curiosa. –Hoy está menos inflamado, menos mal.
-¡Qué bien!- dije alegre.
-Vuelve a ponerte la pomada cuando te laves la cara.
-Voy.
Me levanté y fui a hacer lo que mi madre me dijo porque si no lo hacía me iba a dar la vara hasta que me fuera. Cuando terminé me lavé las manos y fui a desayunar. El tiempo pasó volando y cuando me quise dar cuenta solo quedaban quince minutos para las 12:00, que era la hora a la que David me había dicho, según mi hermano. Así que me fui al momento de mirar el reloj.
Para cuando llegué, David estaba esperándome.
-Tan puntual como siempre, las doce y cuarto. – dijo David con ironía.
-Lo siento. Ya me conoces.
-Por eso no me extraño.
-¿Está lejos la casa de tu primo?
-No, está aquí al lado.
Andamos unos veinte minutos hasta una urbanización de pijos, o eso decíamos nosotros. Pasamos de largo varias casas hasta llegar a una bastante grande. David se paró y llamó al telefonillo. La puerta se abrió y nos encontramos al primo de David en la puerta.
-Pensé que no llegarías nunca. – dijo el primo de David.
-Me entretuve un poco, ya sabes. – dijo David
-¿No me presentas a tu colega?
-Sí, el es Javi. Javi este es mi primo Darío.
-Encantado. – dije tímidamente.
-Bueno, David, tú ya conoces la casa, espero que me la cuides.
-No te preocupes, ahora nos encargamos nosotros de guardar las cosas frágiles y todo, no notarás que hemos estado aquí.
-Eso espero. Me tengo que ir ya, mi mujer se fue esta mañana y si no voy pronto a casa de sus padres se preocupará. Toma las llaves de la casa.
-Vale primo, dale recuerdos de mi parte. Gracias por el favor.
-Adiós. – dijimos los tres a la vez.
Darío cogió su descapotable y salió disparado con el coche como alma que lleva el diablo.
-Entremos para dentro, vamos a redecorar.
-Vale, no esperes mucho de mí – dije a David con cierta risita.
Entramos en la casa y empezamos a echarle fotos a todo lo que movíamos para saber cómo iba cada cosa. Fuimos guardando todo en cajas que luego llevamos al garaje. Mientras hablábamos de lo que cenaríamos esta noche, la visita que tendríamos o dónde íbamos a comer cada uno.
-Yo tengo que ir a casa de mis tíos porque mi abuela está con ellos y apenas puede moverse – dije
-Pues yo me quedo en casa, a mi casa vienen todos a celebrar Nochebuena.
-A mí me encantaría no moverme de casa.
-Bueno, después te lo pasas bien.
-Ya he terminado de recoger por aquí. – dije aliviado.
-Yo también he terminado. Vamos a coger los adornos de fiesta y a preparar las cosas.
-¿Llamo a Ángel y a Alex para que traigan las bebidas?
-No, luego mejor. Primero terminemos esto.
Entre los adornos del primo de David y los que nosotros pusimos, la casa había quedado perfecta. Habíamos hecho un buen trabajo. Miré a David y le guiñé un ojo como diciéndole que estaba genial. David sonrió mientras se sentaba en el sofá.
-Estoy muerto – dijo cansado.
-Yo también – dije mientras me sentaba en el sofá.
-Descansemos un rato.
-Bueno, mientras descansamos, ¿me cuentas lo del chaval de ayer? ¿Por qué quería pegarte?
-Eso…
-Sí, eso. Creo que debes explicármelo, mira mi ojo.
-No es fácil de contar.
-Inténtalo.
-¿Recuerdas cuando dije hace dos fin de semanas que me iba de fiesta a casa de mi prima?
-Sí, por su cumpleaños, ¿no?
-Exacto.
-Bueno sigue.
-A ver, la fiesta empezó tranquila, un poco de comida, luego la tarta y algo de música, luego empezó la locura. Todos los amigos de mi prima empezaron a beber, incluido yo. Hay cosas que me contaron al día siguiente porque yo no me acordaba. Disfrutaba de la fiesta, todos bebíamos y normal. De pronto, vi a una chavala guapísima y me puse a bailar con ella. Entre vaso y vaso cogí una buena y me lie con la chiquilla. Lo que yo no sabía es que los amigos de mi prima me habían echado una especie de droga en la bebida que me hizo desmadrarme más de la cuenta hasta el punto de no saber lo que hacía. La chavala se fue pronto a casa y seguí bailando con más niñas. Ya de esto no me acuerdo bien, fue lo que me contaron.
-¿Qué te contaron?
-Mientras bailaba y bebía, el chaval de ayer se acercó a mí y me agarró del brazo, mi prima me siguió porque creía que había problemas, pero… lo que vio fue que el chaval de ayer me entró y yo le seguí… No pasó nada más, pero me llevé con él hasta que me dormí, o eso dicen. Cuando me desperté, él estaba a mi lado abrazado a mí y yo me levanté alejándome de él. Me fui rápidamente y me fui de la casa de mi prima. Él vino detrás de mí al rato, corriendo. Me dijo que quería conocerme más, yo no sabía de lo que hablaba y  le dije que no me gustaban los chicos, pero él insistió. Al final, como no me dejaba en paz hice que otro día me viera irme con una. Se enfadó y me citó ayer en el parque aquel, el resto ya lo conoces.
Me quedé sin palabras, no podía creérmelo.
-Javi, di algo.
-¡Qué fuerte!
-Lo sé, yo tampoco podía creerlo.
-Pero, ¿te gustan los chicos?
-La verdad, no sé qué pensar ya.
-¿Sientes algo por alguno?
-Sí, ahora mismo te haría locuras en el sofá.
Ambos nos quedamos serios y yo le miraba con cara de me están ahogando, pero David no pudo más y empezó a reírse.
-¡Tendrías que haberte visto la cara! – dijo David descojonado.
-¡Qué gracioso! – dije con ironía.
-Mis sentimientos siguen igual, que yo sepa.
-Ya… Una pena.
-Encima los tendré que ver aquí acaramelados.
-Pasa de ellos, Marta ha cambiado.
-A peor.
-Son muchos años de amistad, normal que te viera como un amigo.
-Pues entonces que no habría sido tan brusca cuando se lo dije.
-Se pasó un poco.
-Es tan duro el amor.
-Demasiado. – dijo apenado.
David me abrazó y yo hice lo mismo.
-Bueno, anímate, que lo vamos a pasar genial esta noche. Voy a llamar a Ángel para que traiga las bebidas con Alex. – dije animando el ambiente.
-Si… ya es hora.
Mientras yo llamaba a Ángel para decirle dónde tenían que venir a traer las bebidas, David fue al baño del cuarto de su primo. Cuando colgué, escuché un ruido en el cuarto. Corrí a mirar que pasaba. David estaba en el baño y pregunté si se podía pasar.
-Entra, entra. – dijo David relajado.
Cuando entré, vi a David metido en un jacuzzi.
-Métete Javi.
-¿Te has puesto bañador?
-No, estoy desnudo, no es malo.
-Pues voy para dentro.
Me quité la ropa y me metí en el jacuzzi. Era increíble, con los masajes, el agua caliente y las burbujas.
-Esto es peor que la droga – dije con voz dormida.
-Ya te digo.
-Ahora podrías hacerme cualquiera cosa que no me quejaría.
-¡Anda, calla! ¿Qué voy a hacerte?
-No sé, tú sabrás.
-¡Qué tonto! – dijo riendo.
-¿Sabes que luego tendremos que salirnos para abrirle a estos dos?
-Ánimo Javi.
-Eso lo echamos a suerte. – dije riendo
-Ya veremos. – dijo riéndose otra vez.
Sonreí a David y le puse la mano en la pierna.
-¡Para!
Empecé a descojonarme y cuando paré volví a tocarle la pierna. David se volvió a quejar y yo más me reía.
-Como sigas así te voy a entrar. – dijo David de broma.
-No hay huevos. – dije riendo.
-Bueno, avisado quedas, que a mí me da igual, ni que me dieras asco.
-¡Qué perro!
-Avisado estás. – dijo riendo.
De pronto, sonó el timbre de la puerta. Estábamos tan relajados que no nos queríamos mover, pero tuvimos que salirnos e ir a abrir la puerta. Eran Alex, Ángel y otro chaval más que no conocíamos. Nos saludamos y entramos.
-Javi, David, él es Leo, es un amigo que va a pasar las navidades aquí y pensé que podría venirse a la fiesta. – dijo Alex.
-A mí no me importa. Contra más seamos mejor. – dijo David.
-Por mi puede venir. – dije aún con la toalla en la mano.
-Gracias. – dijo sonriendo y algo tímido Leo.
-Aquí traemos el cargamento de la noche, ¿dónde lo dejamos? – dijo Ángel.
David acompañó a Ángel a la cocina y empezaron a guardar las botellas. Mientras, Alex, Leo y yo fuimos al salón. Alex y Leo comenzaron a hablar de sus cosas y yo me puse a ver la tele. No echaban nada interesante y me estaba entrando sueño. Leo me preguntó dónde estaba el baño y yo le respondí. Entonces, ambos se levantaron y fueron al baño. Me pareció raro, una cosa es tener vergüenza y otra tener que ir juntos al baño. Me quedé dormido cuando salieron del salón, pero a los diez minutos David y Ángel me despertaron.
-¿Dónde están los otros dos? Tenemos que irnos ya. – dijo David.
-Creo que en el baño, voy a buscarlos.
David y Ángel se quedaron viendo la tele y yo me levanté a ver donde estaban. Fui al baño, pero no estaban. Me pareció raro y creí que se habían ido, sin embargo, cuando iba a volver al salón escuché una silla moverse en el cuarto de enfrente.
Supongo que estarán, aquí. Voy a decirles que nos vamos. Abrí la puerta y entré.
-¡Oh, Dios! – grité exaltado.
Me giré y salí rápidamente de la habitación. Ambos estaban desnudos, Alex apoyado en la pared y Leo detrás de él. No podía creerme lo que acababa de ver. Era… Sin palabras, no puedo explicar esa sensación debido a que nunca me había pasado nada semejante. Volví al salón lentamente con los ojos que se me salían de las órbitas. No dije nada y me senté.
-¿Y bien? – dijo David.
-Dicen que ya vienen.
-Parece que has visto un muerto Javi – dijo Ángel riendo.
Como supuse, a los cinco minutos salieron del cuarto y vinieron al salón.
-Perdón por la tardanza, es que nos hemos puesto a ver la casa. – dijo Alex como si no pasara nada.
-No pasa nada. Vámonos, ya vendremos esta noche. – dijo David.
Cuando salimos de la casa Alex me cogió del brazo y nos quedamos atrás.
-Siento lo que has visto, no pudimos resistirnos. – dijo Alex avergonzado.
-No pasa nada, a mí también me ha pasado eso alguna vez. – dije para que no se sintiera así.
-En verdad Leo y yo estamos empezando una relación, lo conocí hace un mes, es el hermano del amigo de mi hermana. La familia de él invitó a la mía a una comida en su chalet y allí nos liamos.
-Parece buen chaval.
-Espero que sea el chico de mi vida. – dijo animado.
-Seguro que sí. – dije sonriendo.
Nos adelantamos y alcanzamos a los tres. Hablaban de la fiesta, de quiénes se emborracharían y de quienes se liarían. Leo solo escuchaba.
-Sois peores que unas marujas de patio. – dije riendo.
-Tú también estás impaciente y lo sabes.  – dijo Ángel.
-Tal vez.
-¡Qué poco me gusta ese tal vez! – dijo David sonriendo.
Nos llevamos todo el tiempo así hasta que cada uno se fue despidiendo y yendo a sus casas. Alex y Leo iban de la mano. Me alegraba por él, por fin no tenía que sentir que me quería para él y podía ser libre al fin. Además, se le veía muy feliz y Leo no era mal chaval, por lo menos a simple vista. Me despedí de ellos y subí un piso por las escaleras, miré por la ventana y vi cómo se besaban. Sonreí y seguí subiendo.
Cuando llegué, mi madre estaba ya sofocada haciendo comida que tenía que llevar, mandándonos a duchar, etc. Lo que suele pasar en estos días de fiesta, que más bien parecen días de estrés. Nada más llegar, mi madre empezó a ordenarme que me duchara, que me preparara para irnos y que no tardara. Cuando se ponía así me ponía de los nervios, pero tuve que hacerle caso porque luego es peor. Lo peor de ese día fue que mi hermano se metió en el baño al ver que yo iba a meterme y mi madre me volvió a echar la bronca por no haberme duchado antes.
Al rato, toda la familia estábamos preparados para irnos de casa y nos dirigimos al coche, pero cuando llegamos al coche mi madre, como siempre, tuvo que volver a casa por algo que se había olvidado, siempre le ocurría. También tardó más tiempo de lo normal porque se quedaría hablando con alguna vecina, pero parece que no tiene prisa cuando habla con ellas. Cuando ya estábamos listos, mi padre arrancó el coche y nos dirigimos a casa de mis tíos a pasar una buena cena de Nochebuena, pero yo estaba impaciente por la fiesta de después, no me interesaba mucho la cena.
El viaje a casa de mis tíos fue muy silencioso, menos mal que me traje los auriculares para escuchar música y así entretenerme un poco. A veces, mi hermano decía algo y mis padres contestaban y se volvían a callar. El viaje me pareció bastante largo. Me pareció estar en el coche dos horas cuando estuve apenas media hora. Me dio tiempo a pensar en tantas cosas que el tiempo parecía no pasar. Estaba pensando cómo había cambiado mi vida en tan solo tres meses, todas las cosas que habían pasado y todas las podrían haber pasado. Recordé el día en el que conocí a Alex y, pensar que ahora es uno de mis mejores amigos me alegró ese rato en el coche. De una cosa estaba seguro, esa noche se iba a liar.
La cena fue muy ajetreada, toda mi familia por parte de madre iba llegando, los hombres hablaban y de vez en cuando ayudaban en algo mientras que las mujeres iban preparando los platos y mandándonos a los hijos y sobrinos que pusiéramos la mesa y fuéramos llevando platos. Como sabía que iba a ser como todos los años yo no entré en la cocina y estuve con mi prima Alicia fuera de la casa hablando de nuestras cosas. Alicia era una chica de mi edad, morena, ojos claros y de estatura normal. La mayoría de los primos tenemos los mismos rasgos, aunque distintas edades.
Mi prima acababa de empezar una relación con un chaval de su instituto. Le iba bien, o eso parecía. Yo le conté mi ajetreada vida y lo que había pasado en estos últimos meses. Lo de Alex, lo de mi ojo morado, etc.
-¡Qué pena, primo!
-¿Qué cosa?
-Me hubiera gustado tener un primo gay o bisexual.
-No está en mis planes hacerme eso.
-Machito. – dijo Alicia refunfuñando.
-Así soy. – dije alardeando irónicamente.
Alicia me miró despectivamente y luego se rio. Yo la seguí hasta que mi hermano salió fuera y nos dijo que entráramos a comer. Nos sentamos juntos y, cuando todos se sentaron a la mesa, empezamos a comer. Hubo mucha charla y bastante ambiente durante la cena.
Cuando terminamos,  mi padre nos llevó a mi prima y a mí de vuelta a la ciudad y se fue. Le dije a mi prima que se viniera con sus amigas a nuestra fiesta. Además, mis amigos ya la conocían y no les importaba. Ella aceptó y llamó a sus amigas que también aceptaron. Fuimos a buscarlas y nos dirigimos a la casa del primo de David. Tardamos bastante tiempo en llegar y cuando llegamos todos estaban dentro empezando la fiesta.


sábado, 24 de marzo de 2012

Capitulo 8


Capítulo 8. Felices fiestas.
Era el último día de instituto antes de las vacaciones de navidad. Estaba feliz porque mis notas eran buenas y no podía quejarme.
En todo ese tiempo, Alex cogió más confianza con nosotros y empezó a salir con nosotros. Desde aquel día en la playa, Alex parecía más seguro y no se le notaba que le gustaba, la verdad, no sé si aún le gusto, pero me hubiese alegrado que fuera así. Tras lo ocurrido con Marta y Laura no me lie con ninguna chica, aunque más que nada por Laura porque Marta había conocido a un chico de las clases de inglés y habían empezado a salir. Ángel seguía igual que siempre, en su mundo con sus cosas. David estaba raro, se había vuelto algo solitario y siempre estaba triste, había cambiado desde que Marta empezó a salir con el chaval y no pasaba tanto tiempo con él. Miguel y Andrew empezaron a pasar más tiempo con Alex, con Ángel y conmigo, éramos más amigos que antes. Nuria y Laura se hicieron también más amigas que antes y pasaban mucho tiempo juntas.
Cuando terminó el instituto todos estábamos deseando reunirnos para preparar la fiesta que íbamos a hacer el 25 de diciembre y de paso íbamos todos juntos a comer a un restaurante. Decidimos encargarnos por parejas una tarea. A mí me tocó con David, que no se mostraba muy entusiasmado con la idea de la fiesta. Cuando terminamos de comer, cada pareja fue a hacer su tarea. A nosotros nos había tocado encontrar el lugar para hacer la fiesta y decorarlo. Tuvimos suerte porque el primo de David tenía un campo en las afueras y él se iba a casa de su suegra a pasar las fiestas. Ya teníamos el lugar y, la decoración dejamos la que había puesto su primo por navidad. Habiendo cumplido nuestra tarea, David se fue, pero no fue a su casa y lo seguí. Se metió entre unos matorrales que tapaban un agujero en una valla. La valla daba a un parque abandonado que habían cercado para que no hubiera peligro, además, al estar tapado por los matorrales, mucha gente ni se acordaba de qué había ahí.
-¿Te dedicas a espiarme ahora?- dijo David al escucharme entre los matorrales.
-Perdón. Estoy preocupado por ti tío. Andas triste como un alma  en pena.
-Son imaginaciones tuyas.
-Entonces, ¿qué haces viniendo sólo aquí?
-No es asunto tuyo.
-Te has distanciado, estás triste y, ¿no es asunto mío?
-No, no lo es. Tal vez sea porque no quiero pasar tiempo contigo.
-¡Ni conmigo ni con nadie!
-¡Son mis cosas, ¿vale?!
-¡Encima que me preocupo!
-Nadie te lo ha pedido… Déjame solo.
-¡Cómo quieras!
Salí fuera del recinto y escuché cómo empezaba a llorar. Me quedé sentado esperando a ver si salía, pero no fue así. Me levanté y me dirigí a casa, pero cuando anduve unos pasos, oí los matorrales de detrás y me escondí. Alguien había entrado donde estaba David. Escuché unos gritos, no me sonaba la voz de la otra persona, pero era un chico.
-¿Has tenido el valor de venir?- dijo el chaval.
-¿Qué pasa? ¿No esperabas que viniera?- dijo David.
-Prepárate para recibir una paliza.
-Inténtalo.
Cuando oí lo que pasaba entré corriendo para ayudar a David. Estaba asustado, el chaval le sacaba una cabeza de altura y era mucho más musculoso que él. No pensé en nada y salí corriendo hacia el otro chaval. David me gritó que no viniera, pero no le hice caso. El chaval se dio la vuelta y, sin poder reaccionar, aprovechó mi carrera para darme un puñetazo en toda la cara. Me quedé atontado, sólo oía a David gritar y el otro, asustado, se fue. David se acercó a mí corriendo, pero cuando llegó, yo había perdido la conciencia.
Me desperté en una clínica médica que había cerca del lugar y David estaba a mi lado muy triste.
-¿Cuánto tiempo llevo así?- pregunté aún no muy despierto.
-¡Javi! Me has asustado, eres un tonto.- dijo casi llorando.
-No pasa nada, tío.
-He llamado a tu madre, no estaba cerca, pero tiene que estar al caer porque hace media hora que la llamé.
-¡¿Llevo inconsciente media hora?!
-Sí…- dijo empezando a llorar. – Ha sido mi culpa.
-No te preocupes más, estoy bien.
-No, no lo estás, estás loco, te dije que no hicieras nada.
-Ahora podrías ser tú el que estuviera tumbado.
-Lo hubiera preferido.
-No digas tonterías. Aún me duele la cara.
-Lo extraño es que no te ha roto nada…
En ese momento, mi madre entró en la habitación gritando.
-¡Javi, Javi, cariño! ¡¿Estás bien?! – dijo mi madre muy asustada.
-Sí mamá, estoy bien.
-¡Me tenías muy preocupada! ¡He venido corriendo desde que me llamó David! ¡Ya no estoy para sustos!
-Lo siento, sólo quería ayudar a David…
-Es culpa mía Carmen- dijo David arrepentido.
-No te preocupes David, no deberíais meteros en líos. Vete a casa, yo me quedo aquí y ya hablo yo con el médico.
-Vale… Javi, llámame cuando llegues a tu casa.
-Lo haré- le dije sonriendo para que se animara.
David se fue de la habitación y yo me levanté de la cama lentamente. Mi madre fue a hablar con el médico, que llegó al rato a la habitación. Me hicieron unas pruebas por si tenía alguna secuela o algo mal en la cabeza. Todo estaba bien, solo tenía un gran moratón entre la frente y el ojo derecho. Me dieron una pomada para el moratón y volvimos a casa. Mi madre me venía echando la bronca por meterme en líos y preocuparla, pero después me abrazó porque estaba bien y no me había pasado nada. La preocupo demasiado.
Cuando llegué a mi casa, llamé a David como le prometí. Se alegró de que lo hiciera, pero cuando le pregunté el porqué de la pelea su voz cambio y no me respondió.
-Ya te lo contaré mañana. – dijo apenado.
-Bueno, vale, siento sacar el tema.
-Es normal, yo también lo haría.
-Bueno, mañana nos vemos, ¿no?
-Sí, me vas a acompañar a casa de mi primo, ¿no?
-Sí, por eso te lo digo.
-Vale, pues hasta mañana.
-Hasta mañana.
En ese momento, mi hermano Sergio de 15 años vino hacia mí.
-¿Qué te ha pasado en la cara?- me preguntó.
-Nada, me han dado caricias.- dije irónicamente.
-¡Qué tonto eres!
-¡Tus preguntas sí que son tontas!
-Paso de ti.
Me metí en mi cuarto para que me dejase en paz. ¡Qué pesado es! Me apetecía leer un rato, cogí un libro y abrí una página al azar.



Te quiero. 

Te lo he dicho con el viento, 
jugueteando como animalillo en la arena 
o iracundo como órgano impetuoso; 

Te lo he dicho con el sol, 
que dora desnudos cuerpos juveniles 
y sonríe en todas las cosas inocentes; 

Te lo he dicho con las nubes, 
frentes melancólicas que sostienen el cielo, 
tristezas fugitivas; 

Te lo he dicho con las plantas, 
leves criaturas transparentes 
que se cubren de rubor repentino; 

Te lo he dicho con el agua, 
vida luminosa que vela un fondo de sombra; 
te lo he dicho con el miedo, 
te lo he dicho con la alegría, 
con el hastío, con las terribles palabras. 

Pero así no me basta: 
más allá de la vida, 
quiero decírtelo con la muerte; 
más allá del amor, 
quiero decírtelo con el olvido.
                                                                                                                     Luis Cernuda.
¡Vaya! Tenía que coger el libro de poesía de la generación del 27 y abrirlo por Cernuda… con lo triste que son sus poemas. Cerré el libro y miré el ordenador a ver si tenía algo nuevo y dio la casualidad de que Alex empezó a hablarme.
-Ey, ¿Qué tal?- me preguntó.
-Hola, pues regular.
-¿Por qué?
-Pues, estábamos David y yo buscando el lugar, bueno y lo encontramos, pero David se fue y lo seguí.
-¿Lo seguiste?
-Sí. Se metió en un parque abandonado que hay en el otro lado de la ciudad y entré atrás de él, pero se enfadó y me echó. Esperé  a ver si salía, pero no salió y entró un chaval muy musculoso con el que empezó a gritarse.
-¡Qué dices!
-Luego iba a pegarle a David, pero yo me metí y el que recibió fui yo.
-¿Estás bien?
-Sí, sólo tengo un moratón.
-Joder, ¡qué mal!
Seguimos hablando un buen rato. Alex me contó su tarde, le había tocado comprar las bebidas con Ángel, ya que ambos tenían un lugar para esconderlas. Hablamos de muchas más cosas, pero no me acuerdo de cuáles, hasta que mi madre me llamó para cenar.
Cuando cené, me puse a ver la tele, estaban echando una película muy buena y quería verla. La película acabó tarde y cuando volví a mi cuarto lo único que quería era dormir, así que me acosté y pensé en el porqué de la pelea de David y el otro, y en lo que tenía que decirme, pero eso no me impidió quedarme dormido al poco tiempo de acostarme.


jueves, 15 de marzo de 2012

Capitulo 7


Capítulo 7. Arrepentimiento.
Me desperté cuando sonó el despertador. Marta no estaba en la habitación y yo estaba en la cama de abajo. ¡Qué raro! Juraría que estaba en la cama de Marta. Me empecé a vestir para ir al instituto y me cogí la maleta. Salí de la habitación y ahí estaba Marta, poniendo el desayuno en la mesa.
-Me desperté antes.- dijo Marta.
-Ya me he dado cuenta.
-Por cierto, ¿cómo estás de la caída?- dijo riéndose.
-¿Me caí de la cama? Qué patoso soy.
-Sí, te caíste en la otra cama.
-Ya decía yo.-dije riendo
-Bueno, desayunemos.
Marta había hecho dos tazas de cola cao calentito y había tostado unos cruasanes para untarles nocilla.
-Como sigamos comiendo así de lentos llegaremos tarde.- dije dándome prisa.
-Tienes razón, aligerémonos.
Ambos terminamos rápidamente de desayunar y fuimos a asearnos. Cuando terminamos, cogimos las mochilas y salimos de la casa. Tuvimos que correr porque llegábamos tarde. Ambos llegamos tarde a clase. A mí me echó una bronca el profesor de inglés y me tuve que sentar con Alex porque el único sitio libre era el que estaba a su lado. Le saludé e intenté hablar poco para atender algo, aunque acabamos hablando de nuestras cosas.
Las tres horas antes del recreo se me hicieron interminables. Salí de la clase con ganas y fui con David y Ángel hacia fuera. Nos sentamos en un banco y esperamos a que bajaran todos. La clase de humanidades tardó más en bajar porque tenían latín y su profesor se enrolla mucho. Cuando Laura salió de clase fue a hablar con Marta. Al rato todos escuchamos gritos.
-¡Puta! ¡Eres una puta!- gritaba Laura a Marta.
-¡Relájate, yo no he hecho nada!- gritaba Marta.
-¡Javi es mío! ¿¡Entiendes!?
-¡Yo no he hecho nada con Javi! ¡Estás paranoica! ¡Acéptalo, Javi ya no te quiere!
Me fui corriendo avergonzado, me metí en el baño y entré en un váter. Cerré con pestillo. No quería saber lo que pasaba fuera. Todo es por mi culpa, me repetía una y otra vez. De pronto, noté cómo una lágrima salía de uno de mis ojos. Me lo merezco. Alguien llamó a la puerta.
-Javi, sal de ahí.
Era Alex. ¿Cómo sabía que estaba aquí? No quería que me viera así.
-Déjame…
-No me iré de aquí hasta que no salgas.
Alex cerró la puerta del baño una vez que vio que no había nadie.
-No seas pesado, no quiero salir. Se están peleando por mi culpa, no debería haberme quedado a dormir en casa de Marta ayer.
-No es tu culpa. Yo te vi llegar a casa de Marta y… se lo dije a Laura. No pensé que fuera a pasar esto.
Me sequé las lágrimas y salí fuera.
-Siempre he hecho lo que he querido. Me lo merecía, merecía que me pararan.
-Lo siento.
-Gracias…
-¿Por… por qué?
No dije nada y abracé a Alex. No pude contenerme más y empecé a llorar otra vez. Dos amigas mías se estaban peleando por mi culpa y no sabía cómo pararlo.
-Eeh… No llores más.
-Lo siento, no puedo remediarlo.
-Está bien tío, no diré nada.
-Gracias.
Cuando por fin pude parar de llorar y salimos del baño sonó el timbre del final del recreo. David vino a buscarme y me cogió antes de que entrara en la clase.
-¿Dónde te has metido?-dijo David.
-No podía ver eso. ¿Qué pasó al final?
-Ángel cogió a Laura y se la llevó.
-¿Y Marta?
-Marta se ha ido a su casa.
-¿Así sin más?
-Se fue llorando.
-Es todo culpa mía. No debería haberme quedado en casa de Marta a dormir.
-Es que eres tonto tío.
-Entremos a clase…-dije cabizbajo.
Cuando entramos en clase la profesora de lengua ya había empezado la clase y nos echó una bronca por llegar tarde. Ambos nos sentamos en nuestros sitios, pero creo que él estaba como yo, pensando en lo que había pasado.
Las tres últimas horas fueron peores que las anteriores y cuando acabaron, me fui rápidamente sin que nadie viniera conmigo, quería irme solo, pero Alex me pilló y se vino conmigo.
-¿No vas a tu casa?-preguntó cuando vio que me desviaba del camino.
-Quiero pensar un rato.
-Voy contigo.
-Vale…
Andamos un poco más hasta un parque que había entre unas casas. Lo llamaban el hoyo porque estaba rodeado por unas gradas como si fuera un pequeño campo de fútbol con 4 escaleras a cada lado formando los puntos cardinales. Bajamos abajo del todo y me senté en la última grada. Él me acompañó. Agaché la cabeza y cerré los ojos. Él me miraba dubitativo, preocupado, sin saber qué decir.
-No debería jugar tanto, debo centrarme más.- dije enfadado conmigo mismo.
-Relájate, no todo es culpa tuya.
-Sí que lo es. Gracias a ti he abierto los ojos.
-Yo no he hecho nada.-dijo extrañado.
-Se lo dijiste a Laura, y eso me ha hecho pensar.
-Pero te he causado problemas.
-Ya…
Volví a agachar la cabeza. Él se acercó y me abrazó. Me quedé quieto, pero me reconfortó su abrazo, me sentía más aliviado gracias a él.
-Creo que es hora de irse a casa.-dije para que me soltara.
-Sí… es hora.-dijo dejándome de abrazar.
Nos levantamos y cada uno cogió el camino para sus casas. Intenté animarme mientras llegaba a mi casa, no quería que mi madre me preguntara qué me pasaba, aunque ya me iba a preguntar dónde me había metido. Mejor eso que lo otro.
Cuando llegué a casa le dije a mi madre que no comería, que no tenía hambre. Cuando me cabreo o estoy mal se me quita el hambre y puedo llevarme mucho sin comer. Entré en mi cuarto y me acosté a dormir. No me había dado cuenta, pero quien más me estaba ayudando en esto era Alex, aunque yo no se lo haya pedido ni nada porque me cuesta mucho que me ayuden. Me pasaba algo raro que nunca se me habría ocurrido pensar, pero no quería hacerle mucho caso e intenté dormirme.
Me desperté a las cinco. Me levanté de la cama y le di una patada al mueble sin querer. Mi madre entró en la habitación al escuchar el ruido.
-Marta te ha llamado, no te quise despertar.
-Gracias, mamá.
-Laura también llamó.
-Vale.
Cogí el teléfono y llamé a ambas. Las cité en “el hoyo” a la misma hora para hablar.
Yo llegué antes que ellas. Cuando ya estábamos los tres empecé a hablar.
-Siento lo que ha pasado esta mañana, fue por mi culpa.
Las dos me miraron triste.
-A ver, Laura. Nosotros fuimos novios y lo que pasó en la fiesta, no debería haber pasado, yo quiero seguir siendo tu amigo, pero ya no somos novios, solo amigos. Aún así te sigo queriendo, pero solo como amiga mía que eres. Marta, ayer me lo pasé muy bien en tu casa y, no pasó nada raro, yo no quiero hacerte daño, pero sin querer te lo he hecho. No debería haberte dado un beso… Por favor, ¿podréis perdonarme?
Ambas me miraron con lágrimas en los ojos y me abrazaron.
-Sí te perdonamos tonto…-dijeron llorando las dos.
Acerqué mis labios al oído de Marta y le susurré.
-Perdón por lo de ayer, tenías razón, lo mejor es que no pase nada entre nosotros.
Luego le susurré a Laura.
-Te hice tener esperanzas en lo nuestro por lo que pasó en la fiesta, pero yo no quería nada. Perdón por hacerte daño.
Las separé y me fui corriendo sin mirar atrás. Terminé yendo a la playa y me senté en la arena. Me quedé hasta la puesta de sol. Allí vi a Alex.
-Hola, ¿puedo sentarme a tu lado?-dijo tímidamente.
-Claro, siéntate.
Ambos vimos como el sol se iba yendo poco a poco a través del mar, me sentía cómodo estando con Alex, puede que fuera el primer chico que me veía llorar y eso me hizo verlo con distintos ojos.
-Ya se fue el sol, podemos irnos.-dijo Alex.
-Sí, tienes razón, pero se está tan bien aquí.
Nos quedamos sentados un rato más viendo cómo la gente se iba yendo poco a poco.
-Gracias. Podemos irnos.-dije
-Vale…-dijo nervioso.
-No deberías ponerte nervioso, se te nota mucho.
-Ohh… lo siento.
-No pasa nada.
-Me cuesta un poco quedarme contigo a solas.
-A mí me pasaba lo mismo contigo, ya me da igual.
-Me alegro.
-La verdad, yo también.
Cuando salimos de la playa, Natalia estaba allí.
-He venido a buscarte, tardabas demasiado.-le dijo a Alex.
-Siento preocuparte Tati. Me entretuve con Javi.
-Ya veo… Despídete que te llevo en coche, vamos a casa de los tíos a comer.
-Vale.
Alex se acercó a mí
-Gracias por esta tarde, me ha encantado.-me dijo felizmente.
-Me alegro, hasta mañana.-dije también feliz.
Ambos se metieron en el coche y se fueron en sentido contrario a su casa. Regresé solo a casa, pensativo y algo cansado. No había hecho nada del instituto y si empezaba así al final es peor. Parece que fuera verano aún, aunque mañana me tuviera que levantar a las siete de la mañana. Recordé el momento en la playa con Alex unos segundos y me acordé de lo que dije a principio de curso, quería conocerlo mejor y aún seguía queriendo conocerlo.
Llegué a mi casa y lo primero que hice fue cenar, estaba muerto de hambre ya que no comía desde por la mañana. Luego me duché y me acosté en la cama. Estuve un rato con el móvil hasta que empecé a quedarme dormido. Cogí el despertador y lo puse para que sonara a las siete y cuarto. Cerré los ojos y me quedé dormido rápidamente.


jueves, 23 de febrero de 2012

Capítulo 6

Capítulo 6. La verdad.
La casa de Marta estaba tal y como la recordaba. Algunas cosas habían cambiado, pero todo seguía igual. No iba a su casa desde hace meses. Aún seguía agarrado a Marta, no quería soltarla, me daba cosa.
-Siéntate en el sofá.
-Antes dame un vaso de agua, estoy seco.
-¿Has venido corriendo desde el momento en el que te hablé?
-Ehh… Sí.
-¡Qué tonto eres!
-Me sentía mal.
-¿Tú? Tú no has hecho nada.
-Sí, te he hecho llorar tonta.
-¡Qué bobo!- dijo sacando una sonrisa.
-Menos mal que ríes, ya pensé que me ibas a odiar.
-Sabes que es imposible odiarte.
Marta sacó un vaso, lo llenó de agua y me lo dio. Me lo bebí muy rápido y aún seguía seco.
-¿Quieres más?
-Sí, por favor.
Me dio otro vaso y cuando terminé de bebérmelo nos fuimos al sofá.
-¿Qué has querido decir con que sabes lo que me pasa?
-Pues eso, que sé lo que te pasa.
-Ya… seguro.
-No lo diré si no quieres oírlo, pero ya sé porque te enfadas y pones de excusa a Alex.
-¡No lo sabes!
-Te gusto yo.
-Eso… eso no es cierto.
-Entonces, ¿por qué estás tan nerviosa?
-Porque no tiene sentido esto.
-Es cierto, no tiene sentido que me haya recorrido toda la calle corriendo para venir a tu casa. Creo que debería irme.
Nos levantamos a la vez del sofá y me agarró del brazo.
-Quédate a dormir.
-¿¡Qué!?
-Por favor.
-Pero…
Marta me miraba con cara  de pena y yo estaba algo confuso.
-Bueno, vale… pero tus padres… ¿no dirán nada?
-No vendrán. Iba a llamar a Nuria, pero me notará rara y no quiero que me pregunte nada.
-Bueno, pero tendré que traerme ropa para mañana y la mochila.
-Te espero aquí.
-Regreso enseguida.- le dije mientras le guiñaba un ojo.
Regresé  a mi casa algo más tranquilo. No sabía qué se le había metido a Marta en la cabeza y creí que necesitaba compañía. Cuando llegué a mi casa mi madre aún no había vuelto. Qué raro, ¿dónde se habrán metido?, era raro porque nunca habían estado fuera tanto tiempo y mi padre aún seguía trabajando. Entré en mi cuarto y cogí un pijama, las zapatillas y ropa para mañana, lo metí todo en una bolsa y cogí mi mochila. También cogí mi cepillo de dientes. Creo que ya está todo. Cogí una nota y empecé a escribir.
“Mama, me quedo en casa de Ángel a dormir que me ha invitado no te preocupes. Javi.”
No podía decirle que me quedaba en casa de Marta, se pensaría otra cosa. También avisé a Nuria y le dije que me quedaría en casa de mi tía para estar con mi primo. Después de hablar con Nuria me dirigí a casa de Marta, estaba algo impaciente así que fui en moto. Mientras iba, vi a Alex y me levantó la mano para que me parara.
-¿Qué quieres?-dije algo enfadado.
-Quería pedirte perdón, no sé por qué reaccione así.
-No pasa nada, ¿empezamos de nuevo?
-Por mí, bien.- dijo feliz.
-Bueno, me voy que tengo prisa, pídele perdón mañana a David que fue con quien te peleaste.
-Lo haré.
Seguí mi camino hasta casa de Marta y llegué pronto. Llamé a la puerta y Marta me abrió feliz.
-Gracias por quedarte conmigo.
-De nada, ¿dónde dejo esto?
-Ponlo en mi cuarto. He sacado unas hamburguesas del congelador para cenar. ¿Te apetece?
-Claro que sí. ¿Te importa si me ducho?
-No, para nada, yo me duché antes. Voy a ponerme el pijama y sigo con la comida, también haré patatas fritas.
-Vale, ahora te ayudo.
Entré en el baño y dejé el pijama encima del váter. Empecé a desnudarme y de pronto Marta entró. Me puse las manos entre las piernas y ella se exaltó.
-Perdón, perdón, ¡qué rápido eres!- dijo muy roja. –Solo venía a decirte que cogieras una toalla de ahí.
-No pasa nada.- dije riendo. –Gracias, pero no sé por qué te pones tan roja como si no me hubieras visto desnudo.
-Anda, calla, que esa vez no la quiero recordar.
-Bueno, me ducho.
-Ah, sí, sí, perdón ya me voy.
Marta salió del baño y cerró la puerta. Ya estaba solo para ducharme tranquilo. El agua templada caía por mi cuerpo mientras cantaba, estaba feliz y se me notaba mucho, Marta nunca me había invitado a dormir en su casa y eso me daba también vergüenza. Puse el agua algo más fría, aún hacía algo de calor en septiembre. De pronto vi un azulejo con una raja y recordé como se rompió. Fue el día en el que Marta me vio desnudo y también dos o tres personas más. Fue hace dos años, el 15 de agosto, mi décimo quinto cumpleaños.
Era 14 de agosto de 2009. Íbamos a celebrar el cumpleaños de Marta y el mío, ya que ella cumple el 14 y yo el 15. Marta ofreció su casa para celebrarlo ya que era la primera noche que sus padres la dejarían sola por negocios, yo había quedado con Ángel antes para ir a comprar un regalo para ella.
-¿Dónde te habías metido Javi?- preguntó Ángel.
-Me estaba echando una siesta.
-Me tienes contento tío. Démonos prisa, hay que estar dentro de una hora en casa de Marta.
-Ya lo sé, ayer me llamó el dependiente de la tienda para decirme que el regalo había llegado ya.
-Pues vámonos a recogerlo.
Habíamos apartado una foto de toda la pandilla dentro de una bola de nieve, se lo había visto a una amiga de mi madre y me gustó la idea. Aparte también le habíamos comprado una camiseta de su estilo. Tardamos media hora en llegar a la tienda, pero nos fuimos muy rápido porque no nos daba tiempo a llegar a casa de Marta.
Cuando llegamos a casa de Marta, todos estaban allí ya. Nuria, Laura, David, Miguel y la anfitriona, por supuesto. Era nuestra pandilla entonces.
Celebramos los cumples como si fueran el mismo día. Después de cenar, las chicas vinieron con una tarta que habían hecho entre las 3. Los chicos flipamos con lo que habían hecho, era increíble. Marta puso dos velas, el 1 y el 5, y las encendió.
-Javi ven, vamos a soplar las velas juntos.
-Voy.
Nos echamos fotos mientras comíamos tarta y manché a Laura la nariz de merengue, por ese tiempo me parecía la chica más guapa que conocía. Después, Ángel propuso jugar a la botella, pero nosotros no habíamos jugado nunca. De pronto, Ángel sacó de una bolsa una botella de Vodka. Todos lo miramos extrañados.
-Hacemos girar la botella y al que le toque bebe un chupito y le da un beso a la persona que le toque.
Todos jugamos, hasta Marta que ahora no bebe nada. Todos nos dimos besos en la boca. Nadie se libró, hasta hubo uno con lengua, Laura conmigo. La botella nos la bebimos entera y todos entre chupito y chupito acabamos borrachos. Nuestra primera borrachera juntos. Marta estaba fatal y acabó vomitando. Yo la acompañé al baño, me resbalé y me agarré al grifo, encendí la ducha y me mojé con agua fría. Cogí la ducha y empecé a pegarle a la pared. El resultado fue azulejo rajado, ducha rota y yo empapado. Hasta que a David le dio por venir para ver cómo estábamos y cerró el grifo. Al no tener ropa para cambiarme me desnudé y empecé a correr por medio de la casa, todos me vieron desnudo.
Si que tiene historia este azulejo, que recuerdo más malo. Desde entonces Marta no bebe, solo bebió una vez.
Cuando salí del baño ya aseado y con el pijama, Marta se rio
-Cantas muy bien en la ducha.- dijo riendo.
-Gracias.- me reí yo también.
Terminamos de hacer la cena entre los dos y estuvo muy bien. Aún eran las nueve y media y hoy echaban en la tele una nueva serie que ambos teníamos ganas de ver, así que mientras hacíamos zapping. Le dije que yo recogía la mesa y las cosas para que ella descansara en el sofá. Cuando terminé llegué al salón y me senté cerca de ella. La abracé y ella apoyo la cabeza en mi brazo.
-Gracias Javi, eres un gran amigo.
-Por ti haría cualquier cosa.
-Gracias… Por cierto, lo que dijiste… es verdad.
-¿A qué te refieres? ¿A lo de verme desnudo?
-¡No tonto! A lo de que me gustas. ¿Desde cuándo lo sabes?
-Solo lo sospechaba, pero no sabía si era verdad.
-Ah, pues ya lo sabes, pero no quiero que pase nada.
-Mejor, no quiero perderte como amiga.
La serie empezó al ratito y estuvimos viéndola. Era una serie de risa, pero era algo malilla. Fuimos al baño a asearnos y luego volvimos al sofá.
Al ratito, me di cuenta de que Marta se había quedado dormida encima de mí. La cogí en brazos con cuidado, pero se despertó y se asustó.
-¿Qué haces?
-Te llevo a la cama.
-Suéltame, sé ir sola.
-¡Qué tonta eres!
-Saca la cama que está debajo de la mía.
-Ya lo he hecho.
-Pues ya podemos dormir, toma la almohada de tu cama.
Ambos nos acostamos y pusimos el despertador para mañana. Teníamos que ir al instituto aunque no queríamos. Hablamos un poco sobre las clases,  pero me estaba quedando dormido.
-¿No tenías sueño?- dije bostezando.
-Vale, vale, ya dormimos.
-Mejor.
Estuvimos unos minutos en silencio.
-Javi…
-Dime.
-¿Te acuestas conmigo?
Me sonrojé, no sabía qué hacer.
-Ehh… no sé.
-Dormiré más tranquila si me abrazas.
-Bueno, vale.
Me levanté y me acosté a su lado, ella se giró hacia mí y nos abrazamos.
-Ahora estoy mejor, gracias.
-De nada. Vamos a dormir.
Me miraba fijamente y me sentía algo incómodo, yo también la miraba, no sabía qué hacer. Acerqué mis labios a los suyos y le di un pequeño beso en la boca.
-Buenas noches, Marta.
-Bu… buenas noches, Javi.
Se giró y cogió  mi brazo hasta ponerlo encima. Ambos nos quedamos dormidos, pero no sé quién se quedó antes.