jueves, 10 de septiembre de 2015

Capítulo 12

Capítulo 12. Lo que realmente quiero

No sé si el viaje fue largo o corto, pero pude soñar incluso. Me era familiar: Estaba en la casa del primo de David, en el cuarto que me desperté, con Alex. Yo le besaba poco a poco, pero luego la duración de los besos fue aumentando. Ambos disfrutábamos y él me quitaba los pantalones mientras me besaba el cuello. Yo no oponía resistencia. Alex tenía sus manos en mis genitales hasta que su boca llegó a ellos. Empezó a chupármela. Yo gemía de placer y al rato me decía. Todo ha acabado.
  • ¡Noooo! – Grité al despertarme del susto.
Mi primo se asustó.
  • ¿Estás bien? – Me preguntó mi primo preocupado.
  • Ha sido una pesadilla. No te preocupes.
En realidad yo sabía que no era tan pesadilla, mis boxes podían decir lo contrario. Genial pensé. Ahora tendría que lavarme cuando llegara a mi casa. Ahí estaba yo. Con ganas de sexo y mi pene no decía lo contrario. Además, ¿por qué soñé con él? No quería pensarlo más. Deseaba lavarme ya mi semen… ¿Y si era cierto? ¿Y si había conseguido hacer lo que yo creía imposible? No podía gustarme Alex, no era lógico. Al menos no para mí.
  • Ya estamos en casa. Si necesitas algo llámame.
  • Vale, gracias primo. Adiós.
  • Adiós loco.
Subí rápidamente a casa y me metí en la ducha sin pensármelo. Me lavé bien y después lavé mis boxes, al menos lo suficiente para echarlos en la ropa sucia sin pruebas aparentes.
La falta de sexo provocaba necesidades y, como hacerme una paja no era algo que hiciera todos los días, mi mente lo pedía. Tenía su parte buena, porque disfruté, aunque no me gustara la idea de con quién. Me puse unos boxes limpios y la ropa de antes. Alguien llamó a la puerta y yo fui a abrir.
  • ¿Cuándo pensabas venir a hablar conmigo? – Dijo Nuria histérica.
  • Perdón, perdón. Tenía que ducharme.
  • Bueno, eso ahora no es lo importante.
  • Lo supongo.
  • ¿Te acuerdas del chico con el que estuve ayer en la fiesta?
  • Sí, vagamente. ¿Por qué?
  • Porque luego nos fuimos a dar una vuelta y… Nos besamos. Creo que me gusta – Dijo con voz dulce.
  • ¡Al fin! Estás olvidando a Ángel. – Dije alegre.
  • Sí, creo que sí, pero está muy reciente.
  • Bueno, ¿y quedasteis en algo?
  • Hoy hemos quedado por la noche.
  • Me alegro por ti.
  • ¿Y tú qué? ¿No tienes nada que contar? – Dijo como si supiera algo.
  • Si ya lo sabes, ¿para qué preguntas?
  • Es que no me han dicho todo. Solo que besaste a alguien.
  • A Alex.
Nuria me miró con una cara que no hacía falta que dijera nada para saber que pensaba.
  • ¿¿¡¡En serio!!?? – Dijo al momento.
  • Pero… ¿Te gusta?
Preferí no contestar a la pregunta.
  • Estamos enfadados. – Le contesté quitándole importancia. -Porque yo iba borracho y… Hoy no me acordaba de que lo hubiera besado.
  • Ni del chupetón que tienes, ¿no?
  • ¡Mierda! No recuerdo quién me lo hizo.
Al ducharme, el maquillaje se me había quitado y no había vuelto a ponerme nada.
  • Es evidente, diría yo.
  • No lo creo, solo nos besamos y luego me quedé dormido.
Nuria me miró otra vez. Esta vez su cara decía: Eres tonto y no te enteras. En ese momento me di cuenta, pero no podía creerlo. Alex era el único que podía habérmelo hecho mientras yo dormía. Desde luego, mira lo que me hizo y yo ni cuenta me di.
  • ¿Por qué estáis enfadados? ¿Por ese moratón del cuello? – Dijo Nuria riéndose.
  • No. Porque se presentó esta mañana en mi casa creyendo que yo me acordaba de todo y me besó y yo le dije que se equivocaba.
  • Si te digo la verdad, yo no creo que él se equivoque, sino tú.
  • ¿Qué quieres decir con eso?
  • Que él te gusta, pero tú ego de machito hetero es demasiado alto.
  • Yo creo que sé lo que me gusta. – dije algo alterado.
  • Te conozco demasiado bien. ¿Recuerdas cuando empezó a gustarte Laura? Cualquier chico era un enemigo. Igual que Leo, al que no soportabas.
  • ¡¡Eso no es verdad!! – Dije enfadado. - ¡Déjame, calla!
  • Javi, cálmate.
  • ¿¡Vas a venir aquí a decirme lo que me gusta o me deja de gustar!? ¡No quiero verte!
Cogí las llaves de mi casa y salí corriendo hacia la calle cerrando con un portazo la puerta. Cuando ya estaba abajo escuché mi puerta abrirse y cerrarse y supongo que los pasos de Nuria siguiéndome, pero yo era más rápido y me perdió de vista.
Me llamó al móvil, pero no lo cogí. Estaba demasiado enfadado con ella. Mi mente se repetía una y otra vez Sé lo que me gusta. Acabé llegando a la playa de tanto correr. Hacía frío, pero yo crucé el puente para llegar a la arena.
Estuve andando un rato hasta que me cansé y me senté en la arena. Miré hacia mi derecha y vi a Alex, no creía que fuera a verlo allí, era tan raro todo. Él no me vio, o hizo como él que no me veía. Fui a saludarle, aunque sabía que él no lo haría, incluso que ni me hablaría.
  • Hola… - Dije tristemente.
Él no contestó e intentó ignorarme.
  • Por favor, perdóname. Estaba borracho…
  • Eso no es excusa. Yo también me he emborrachado y no por eso me da por besar chicas.
  • Es distinto…
  • Claro, ambos somos chicos, es distinto. No tengo nada más que decir.
Yo me quede parado y Alex siguió.
  • ¿Por qué no me quieres entender? – Le dije como si fuera yo la víctima
Alex se paró y cerró el puño.
  • ¡Entiéndeme tú a mí antes! Joder.
Alex se dio la vuelta y se abalanzo sobre mí con el puño en alto, pero al final acabó agachándose y dándole a la arena un puñetazo. Yo no me moví. Parecía saber que no me daría, aunque no era seguro. Allí estábamos los dos. El seguía agachado y noté como empezaba a llorar.
  • ¡Mira lo que has conseguido! – Dijo gritándome.
  • Lo siento…
Alex se levantó y siguió su camino. Yo le seguí.
  • ¡Déjame en paz! ¡No quiero saber de ti!
  • Yo no puedo vivir sin ti ya, Alex.
  • Lo haces todo tan difícil.
  • No tiene por qué ser así.
  • Sí, ya estoy cansado de todo. Voy a olvidarme de ti y se acabó.
  • Pero…
  • No hay peros que valgan.
  • Pero…
  • ¿Pero qué? Lárgate ya por otro camino.
Siguió andando hacia delante y yo me quedé parado, pensando que decir. Salí corriendo hacia él, Alex se giró al escucharme.
  • ¿Qué pasa, no me oyes? – Dijo él harto ya.
Me paré con su cuerpo abrazándole. Nuestras caras estaban muy pegadas. Mi mente ya no me hacía caso. No podía soportar quedarme sin Alex.
  • Pero…
  • ¿Qué?
  • Yo te quiero, Alex.
Él me miró sorprendido y yo le besé. Alex tardó en reaccionar, pero él también sentía lo mismo, así que a los pocos segundo mi beso fue correspondido. Nos caímos en la arena, pero no nos importó, seguíamos besándonos sin importarnos nada. Nada importaba en ese momento, solo él y yo.
Mi móvil sonó e hizo que nuestras piernas vibraran. Él paró de besarme para que cogiera el teléfono, pero yo no quería cogerlo y lo volví a besar. Él móvil dejó de sonar, pero volvió a sonar al ratito y tuve que cogerlo. Era Nuria.
  • ¿¡Dónde estás!? – Dijo alterada.
  • No te preocupes, estoy en la playa. Espérame en casa, ya voy para allá.
  • Te espero allí.
Colgué el teléfono y Alex me miraba con una sonrisa de oreja a oreja. Los dos sentados en la arena de la playa al atardecer. Me acerqué a él pasándole el brazo por encima y él apoyo la cabeza en mi hombro.
  • No quiero que acabe este momento. – Dijo feliz.
  • Yo tampoco.
Yo solo lo miraba a él, no miraba hacia el mar. Levantó la cabeza para mirarme y le volví a besar.
  • ¿Estás seguro? – Me preguntó con cierta tristeza.
  • Completamente. – Dije sonriéndole.
Él se alegró y me besó.
  • Por fin puedo decírtelo, pensé que yo te lo diría antes.
  • ¿Qué cosa?
  • Te quiero.
Me sonrojé y él soltó una risita.
De pronto, un perro, un pastor alemán, vino corriendo hacia nosotros y empezó a jugar con nosotros. Ambos nos levantamos y se escuchó la voz de una joven.
  • Zeus, ven aquí. ¿Dónde estás?
El perro empezó a ladrar y la muchacha salió de detrás de una duna.
  • Perdonadlo, le encantar jugar. – Dijo la chica como si ella tuviera la culpa.
  • No te preocupes. – Dije.
Alex acariciaba al perro mientras la chica venía y yo me puse a hablar con ella.
  • En serio, lo siento mucho.
  • No pasa nada, de verdad.
  • Tu… amigo se asustó.
  • He de admitir que yo también.
La chica llamó al perro y él levantó la cabeza y enseguida fue a buscarla. Alex se fue acercando a nosotros y la chica se despidió.
  • Siento mucho haberos molestado parejita. – Dijo sin importarle que fuéramos dos chicos.
Ambos nos sonrojamos.
  • Deberías irte ya o Nuria volverá a llamarte.
  • Tienes razón.
Me cogió de la mano y empezamos a andar. Cuando llegamos al puente para salir de la playa le solté la mano. Él me miro algo extrañado.
  • ¿Pasa algo? – Dijo sorprendido.
  • No… Solo que aún es pronto.
Me miró algo triste, pero luego me sonrío.
  • No pasa nada. Hoy me da igual todo. – Dijo muy feliz.
Yo le devolví la sonrisa y seguimos andando hacia mi casa. Estuvimos callados unos minutos en los que estuve pensando en lo ocurrido en la playa. No me había hecho gracia que la joven del perro nos dijera parejita, aún era demasiado pronto para eso.
  • Javi… - Dijo nervioso.
  • Dime, feo. – Dije sonriéndole.
  • Hoy mis padres van a casa de unos amigos y mi hermana se va con el novio, ¿te vienes a casa?
  • ¿Ya quieres llevarme a la cama? – Dije riéndome.
  • Eso no es muy difícil. – Dijo con una sonrisa.
  • Primero explícame esto. – Dije señalándome el cuello.
  • Culpable.
  • Lo sé.
  • En mi defensa diré que aún estabas despierto, pero ambos borrachos.
  • Acosador. – Dije riéndome.
Ambos reímos mientras doblábamos la esquina de la calle donde estaba mi casa. Vimos a Nuria a varios metros y cuando nos vio vino corriendo.
  • Hola, me alegro de verte Alex. En cuanto a ti, eres subnormal y cabezón. – Dijo enfada, dándome un golpe en la cabeza.
  • Deberías haber medido tus palabras. – Dije refunfuñando.
Javi nos miraba perplejos mientras Nuria y yo discutíamos como novios. Tal vez se debiera a que son demasiados años juntos con Nuria. Alex empezó a reírse y nosotros le seguimos porque nos dimos cuenta de lo que pasaba.
  • Perdóname por la escenita, Nuria. Toda está resuelto ya.
  • Sí, ya veo que algo ha cambiado.
Alex no sabía muy bien lo que queríamos decir, pero nosotros nos entendíamos.
  • Bueno, yo me voy a casa. – Dijo Alex.
  • Vale, luego nos vemos.
  • A las nueve y media.
  • Allí estaré. – Dije sonriéndole.
Alex se fue tranquilo y feliz hacia su casa y yo lo miraba quedándome embobado. Nuria me miró.
  • Tienes algo que contarme. – Dijo ella.
  • No sé de qué estás hablando. – Dije suspirando.
  • ¿No estabais enfadados? Aquí pasa algo.
  • Que la gente madura, eso pasa.
  • Tendrá que ser eso. Otra cosa, ¿habéis quedado para salir y no me habéis dicho nada?
  • No, es que tengo que darle una cosa.
  • Sospechoso.
  • Deja de meterte en esa cabeza tuya y subamos a casa.
  • Te conozco muy bien y sé que pasa algo.
  • Tal vez, pero hoy no será el día que te lo cuente, ahora sube. – Dije sonriéndole.
  • ¿Me vas a dejar con la duda? – Dijo sorprendida.
  • ¿Acaso lo dudabas?
  • ¡Qué malo eres! – Dijo riéndose.
  • Ya me conoces.
Ambos nos reímos y subimos a nuestras casas.
  • Buenas noches, “mi amor”. – Le dije riéndome.
  • Buenas noches, tonto. – Dijo Nuria riéndose.
Abrí la puerta de casa y mis padres ya estaban allí. Los saludé y miré el reloj de la cocina para saber qué hora era. Aún faltaba una hora para las nueve y media, pero tenía muchas ganas de que llegara la hora. Pensaba en ese momento en el que Alex y yo nos besamos. Sentía como si estuviera montado en una montaña rusa porque mi estómago parecía sentir algo… Creo que a eso se referían cuando dicen que tienes mariposas en el estómago. Me recordaba mucho a lo que había sentido por Laura, pero era distinto al estar referido a un chico. Estaba encantado con esto, pero aún no podía hacerme a la idea por la gente. Sabía que muchos no me mirarían con los mismos ojos y me tacharían de maricón o desviado, pero, no se elige el destino, se elige el camino a seguir, y yo había escogido coger este. Nunca lo había pensado así.
Miré la hora, y solo quedaba media hora. Pensé si debía ducharme otra vez, aunque ya sería la tercera vez del día, pero había estado en la playa… Lo único que hice fue cambiarme los zapatos y ponerme otra chaqueta. Le dije a mi madre que no comería en casa y me senté en el sofá un ratito con mi padre.
  • Te veo de mejor humor, Javi. – Dijo mi padre.
  • Sí, yo también lo creo.
  • Seguro que tienes una cita. – Dijo riéndose.
  • No empieces.
Mi padre sonrió y no dijo nada más.
Era la hora de salir de mi casa y me despedí de mi familia. Por cada paso que estaba más cerca de la casa de Alex, más ilusionado estaba. Parecía un niño chico un 6 de Enero o el día de su cumpleaños. Deseaba que llegara el momento de estar juntos otra vez.

Llegué a su casa y me paré en la puerta. No sabía que iba a pasar, pero seguro que recordaría este día.

martes, 8 de septiembre de 2015

Capitulo 11

Capítulo 11. El oscuro día.
El sol en los ojos me despertó. Estaba algo desorientado y no me acordaba qué hacía en ese cuarto ni cómo acabé en él. No había nadie en la habitación y todo estaba muy silencioso. Miré la hora en mi móvil y vi que solo eran las 11:45. Abrí la puerta y miré a ver si veía a alguien, pero todo estaba vacío. Parecía que había pasado un terremoto por el salón, todo estaba desordenado. La cabeza parecía que iba a estallarme y tenía un mal sabor de boca.
David apareció de pronto en el salón.
-¿De dónde has salido? Me has asustado. – Dije desganado.
-Estaba acostado en el sofá. – Dijo con voz ronca.
-Debería ir a revisarme la vista. – Dije intentando reír, pero sin esfuerzo.
-Te entiendo, yo tampoco sé muy bien cómo acabé en el sofá.
De pronto, Laura bajo corriendo las escaleras y me abrazó.
-¿A qué viene esto? – Dije sorprendido.
-Qué calladito lo tenías. No sabía que te gustaba, es decir, no me lo imaginaba.
Miré a Laura con cara de “¿de qué diablos hablas?” Miré a David y él estaba tan sorprendido como yo.
-Me lo dijo Alex antes de dormirnos. Te quedaste dormido y se vino a hablar conmigo. – Dijo Laura muy contenta.
-No sé cómo puedes tener tanta energía y, ojalá supiera de qué hablas.
-Pues porque yo no bebí tanto como para quedarse dormido mientras te hablan.
-¿Me quedé dormido cuando hablaba con Alex?
-Eso me dijo.
-Pues sigo sin entenderte.
-Ah…
Laura se acercó a mi oído para susurrarme y siguió hablando.
-No quieres que nadie se entere, ¿no?
-Sigo sin saber de qué hablas. – Le contesté.
Laura se separó de mí y me miro con algo de tristeza. Creo que hice algo de lo que me iba a arrepentir. Laura se dio media vuelta y volvió arriba.
De pronto, alguien llamó a la puerta. David fue a abrir y volvió con una señora.
-¿Es una vecina quejándose de lo de anoche? – Pregunté algo nervioso. No tenía ganas de broncas.
-Es la limpiadora, aunque creo que se va a quejar ahora.
-No os preocupéis chicos. – Dijo la limpiadora. – He traído a mi equipo. – Dijo, mientras varios entraban en la casa.
-Mi primo ya me dijo que no me preocupara por la limpieza. No te preocupes, puedes irte cuando quieras.
-Tengo hasta suerte. Muchas gracias, David.
Fui a buscar a Laura para irnos a casa y, en unos minutos, estábamos volviendo hacia nuestras casas.
-Laura, ¿qué hice anoche? – Dije angustiado.
-Tú sabrás, Javi, tú sabrás. – Dijo algo enfadada.
-Si lo supiera no te preguntaría.
-Tus sentimientos… han cambiado.
En ese momento, un coche pitó y ambos miramos hacia allí.
-Es mi padre, vamos. – Dijo Laura.
Nos montamos en el coche y Laura empezó a hablar con el padre. Yo le saludé y él me miró con cara de pocos amigos. Supongo que después de hacerle daño a Laura por todo lo que pasó no le hacía mucha gracia que su hija estuviera conmigo.
No estuve atento a la conversación. Iba pensando en lo último que Laura me había dicho “Tus sentimientos… han cambiado”. No entendía qué quería decirme. Si hubiera pasado eso me hubiera enterado, pero no sabía nada. El coche se paró, miré por la ventana y entendí que hasta ahí llegaba mi viaje en coche.
-Hasta mañana, Javi. – Dijo Laura.
-Adiós. – Contesté dormido.
El coche se alejó rápidamente y pude ver como el padre de Laura parecía alterado con ella, pero no le hice mucho caso. Subí las escaleras hasta mi casa y me preparé para lo peor. Cuando abrí la puerta encontré una nota en la mesa.
Estamos en casa de la abuela. Vamos a comer aquí, así que si puedes venir, ven. Mama”.
Ni siquiera lo pensé. Con lo cansado que estaba no iba a ir a casa de mi abuela. Además, el dolor de cabeza era insoportable.
Fui a la cocina a encender el calentador para ducharme y acostarme. Es lo que necesitaba en ese momento. Fui al baño y me desnudé mientras miraba en el espejo si había algo distinto en mi cuerpo por culpa de la borrachera, pero estaba normal. Me metí en la ducha y empecé a pensar. Tenía que recordar cosas de la fiesta, ya que todo estaba demasiado borroso. Solo recordaba que David me dijo que Alex había salido de la casa y yo fui a buscarlo, después regresé a la casa sin Alex, pero, ¿por qué? Y luego acabé en una habitación hablando con Alex. Seguramente me había saltado varias cosas que explicarían todo, pero no lo recordaba y eso no me gustaba.
Cerré el grifo y saqué la mano de la ducha para coger la toalla que había dejado en la percha que estaba al lado de la ducha. Me di un poco en el pelo con la toalla y llamaron a la puerta. Intenté secarme algo, pero no me dio tiempo, así que me lie con la toalla por la cintura y salí del baño.
  • Ya voy. – Grité.
Miré por la mirilla y vi a Alex al otro lado de la puerta. Abrí la puerta para ver que quería.
  • Hola, ¿qué quieres?
Alex se quedó sin palabras al verme recién salido de la ducha.
  • ¿Alex? Tierra llamando a Alex. – Dije mientras le golpeaba en el hombro.
  • ¡Oh! Lo siento… No esperaba que me abrieras así. – Dijo aún mirándome.
  • Seguro que estás acostumbrado a ver a chicos con menos. – Dije riéndome. - Pasa y siéntate que voy a ponerme algo para no helarme.
Justo cuando cerré la puerta la toalla se me cayó, dejándome completamente desnudo delante de Alex. Cogí la toalla del suelo y lo miré. Él estaba muy rojo y yo empecé a reírme mientras me tapaba.
  • Avisa la próxima vez que vayas a hacer un striptease. – Dijo avergonzado.
  • Cuando quiera hacerte un striptease te avisaré antes. – Dije bromeando.
  • Espero que así sea.
Entré en mi cuarto y cerré la puerta. Parecía que lo había dicho de verdad, como si pensara que lo haría. Pensé que era una tontería. Éramos amigos y estábamos bromeando, solamente. Cogí unos boxes y un pijama y empecé a vestirme. Antes de que terminara escuché la puerta y la voz de Alex.
  • No podía esperar más. – Dijo ansioso.
  • ¿Qué cosa? – Dije sorprendido, aún de espaldas a él.
De pronto, noté que me abrazaba. Me quedé quieto, sin saber qué hacer. Lo aparté de mí y me giré.
  • ¿Qué haces? – Dije algo molesto.
  • Creo que es evidente.
  • Pero… Otra vez no…
  • Él que no lo entiende soy yo. – Dijo cabreado.
  • ¿A qué te refieres?
  • Lo sabes perfectamente.
  • Si lo supiera no preguntaría.
  • No puedo creerlo, ¿quieres que crea que no te acuerdas del beso de ayer? – Dijo más enfadado que antes.
  • ¿Beso? – Dije alarmado.
Ambos nos callamos. No podía mirarle a la cara, sin embargo, él me estaba mirando y estaba esperando a que yo le dijera algo.
  • Ya veo lo que pasa. ¡Te odio, Javier, te odio! – Dijo muy enfadado.
Alex se fue de la habitación y escuché como la puerta de la casa se abría y se cerraba fuertemente a los pocos segundos. En ese momento, una lágrima cayó por mi mejilla.
  • ¡Soy un mierda! – Dije gritando. - ¡Le volví a hacer daño!
Alcé el puño y golpeé la pared con fuerza. El golpe retumbó en toda la habitación. Me hice bastante daño en el puño, pero no me queje. Aguanté el dolor y me acosté en la cama. No quería saber nada más de lo que había pasado. Mientras me quedaba dormido pensaba en si podría perdonarme a mí mismo por hacer eso y, lo más importante, si podría perdonarme él.
Al cabo de varias horas, mi móvil empezó a sonar. Con el cabreo se me había olvidado apagar él móvil. Era mi madre y, viendo la hora que era, seguramente era para que fuera a comer. Descolgué el móvil para decirle que iba ya para allá, pero mi madre sabía que estaba durmiendo y empezó a echarme la bronca.
  • Tu padre va a recogerte en 5 minutos, ya debe de estar llegando con el coche, así que espéralo abajo. – Dijo enfadada mi madre.
Ella mismo colgó antes de que yo pudiera hacerlo.
Empecé a prepararme para irme, pero con mucha desgana. Parecía que me habían dado una paliza, pero no era por el sueño. Sabía que Alex estaría enfadado conmigo, que mientras yo dormía él había estado llorando o algo peor. No quería pensar en ello.
Escuché el pitido de un coche que supuse que sería el pitido del coche de mi padre, así que terminé de prepararme y cerré la puerta de la casa con llaves. Bajé las escaleras y entré en el coche sin decir nada. Mi padre me saludó, pero yo seguía mirando a la nada y pensando en mis cosas. Seguramente eso era a lo que se refería Laura, pero nunca podría habérmelo imaginado. Había besado a Alex y no lo entendía. ¿Es qué Alex lo había conseguido? ¿Había conseguido que me gustara él? Mi pecho parecía que tenía una pesa de 20 kilos o más que apenas me dejaba respirar. Me negaba a aceptar eso. Solo pude pensar que el alcohol no es buen compañero para las tristezas y que la había liado porque no quería perder a un amigo como Alex. Sin duda, en esos momentos no podía vivir sin él, era alguien importante en mi vida, un amigo de verdad, un verdadero amigo como Ángel, Nuria, David y Laura.
De pronto, mi móvil vibró haciendo que me despertara de mis pensamientos. Era un mensaje de Laura.
Ya sabía que pasaría esto. Él no lo merece, ni tú tampoco… Tenéis que arreglarlo.”
En ese momento odié que Laura me recordara que le había hecho daño.
  • Tienes cara de tonto. – Dijo mi padre.
  • Gracias. Me alegra saber que piensas eso de mí. – Dije yo con sarcasmo.
  • No, digo que estás en tu mundo… Más de lo normal. – Dijo algo preocupado.
  • No te preocupes, solamente es que estoy dormido.
Al ver que no daba mucha información, mi padre cambió de tema y empezó a comentar las noticias deportivas sobre los equipos de fútbol para ponerme al día. No había mucho que decir, porque, ya me dirán que demonios pueden decir en Navidades. No eran muchas las noticias, pero algo es algo.
A los pocos minutos, llegamos a casa de mi abuela. Tuve que volver a saludar a toda la familia como si no los hubiera visto hacía años… Y los había visto hace menos de un día.
Tuve una comida tranquila, y di gracias de que fuera así, ya que no tenía ganas de las típicas preguntas familiares que en vez de estar con tu familia parece que estás con un puñado de policías y haciéndote una declaración de la noche del asesinato… Mi familia y sus cotilleos.
Cuando terminé de comer me senté en el sofá del salón y me puse a ver la tele. No estaban echando nada interesante y, la verdad, tampoco me importaba. Mi hermano entró en el salón y se sentó a mi lado.
  • Oye, Javi. – Dijo dudoso.
  • ¿Qué quieres enano?
  • ¿Te han pegado en el cuello? – Dijo mirándome el cuello y preocupado.
  • No, no creo, ¿por qué?
  • Tienes un moratón.
Miré a mi hermano con los ojos muy abiertos y salí corriendo para el baño. “¿Cómo no me vi nada antes?” pensé. Fui al baño tapándome el cuello porque ya suponía lo que era, pero no sabía cómo había llegado hasta ahí. Suponía que mi familia lo habría visto, pero no me habían dicho nada. Cuando me miré en el espejo lo vi. Tenía un pequeño chupetón en el cuello. Busqué rápidamente algo de maquillaje de mi abuela que, seguramente, sería sin brillo y podría tapármelo. Tuve suerte y lo encontré pronto y sin que nadie más lo viera. En ese momento me enviaron un mensaje al móvil de Nuria.
Tenemos que hablar ahora, vuelve como sea.”
Parecía urgente, así que le pedí a mi madre que me llevara, pero no quiso. Tuve la suerte de que mi primo volvía cerca de mi casa para estar con su novia, así que me fui con él.

Durante el trayecto en coche, me quedé dormido. No me había parado a pensar en que estaba realmente cansado y no pude aguantar más. Le dije a mi primo que me despertara cuando llegáramos y no dudé en echarme una pequeña siesta.

lunes, 23 de febrero de 2015

Capítulo 10

Capítulo 10. La celebración perfecta.
Nos paramos enfrente de la casa. Se escuchaba la música desde la puerta de la casa por lo que me parecía el volumen perfecto. Llamé a la puerta y David nos abrió.
-      Menos mal que llegas, y traes compañía. Qué bien.
-      No me iba a perder, no te preocupes.
Fuimos al salón principal, era enorme y las mamparas daban al jardín, el cual tenía la piscina climatizada. No parecía el mismo que yo dejé por la tarde. David me miró y se río como si supiera lo que pensaba.
-      Han venido varios compañeros del instituto, los hemos invitado entre todos. – dijo David informándome.
-      Eso es genial. – dije alegre.
Me parecía buena idea ya que así no éramos los mismos de siempre y podíamos conocer a más gente aparte del típico hola de algunos días en los pasillos.
En ese momento vi a Marta y al novio. Estaban algo separados del grupo y muy acaramelados, como siempre. David no soportaba mucho la idea de tener que verlos, pero no podía hacer nada. Nuria y Laura vinieron a presentarme a varios amigos que habían conocido en sus vacaciones del verano pasado. Había mucha gente y pensé que la fiesta sería todo un éxito de la noche. La gente empezó a sacar la bebida. Cada uno había traído una botella de algo y, entre lo que habíamos comprado y lo que trajeron hubo suficiente bebida para todos, diría que hubo demasiada.
Ángel, Miguel y David vinieron con un vaso para mí y nos sentamos en el sofá los cuatros a hablar. Después de terminarme mi primer vaso, fui a llenármelo otra vez y vi a Alex con su “amigo especial”. Estaban  bebiendo y me pareció raro ya que no recuerdo haber visto a Alex bebiendo antes. Me acerqué a ellos y Alex me saludó sonriente.
-      Hola Javi. – dijo Alex feliz.
-      Hola a los dos. – dije intentado ser cordial con Leo.
-      Hola… - dijo tímidamente.
-      ¿Por qué no venís con todos? – dije extrañado.
-      Estábamos hablando de algo, pero ya vamos. Venga Leo.
Cuando iba a volver con todos, mi prima y sus amigas me cogieron y mi prima empezó a preguntarme.
-      ¿Es él? – mientras señalaba con el dedo a Alex.
-      Sí, ese es el chaval y el otro es su… amigo especial, creo.
-      Qué pena, a mi amiga le gustaba el amigo.
-      No creo que esté interesado.
-      Bueno, cosas más raras se han visto.
Cuando ya todos estábamos bastante contentos, apartamos las cosas del salón para hacer un gran hueco en medio de este para poder bailar. Sin duda, me encantaba la fiesta. Todos bailaban, bebían e intentaban meter cuello.
En ese momento, Ángel me cogió por el cuello y me señalo a dos chicas bastante guapas, (así es como me decía “las presas” de la noche). Esa noche no quería ningún cotilleo sobre mí porque ya bastante hubo con lo que pasó entre Marta y Laura.
-Vale, yo cojo la que tú no quieras, pero no va a ser como siempre. – le dije.
-Cada vez tienes más tías detrás de ti y tú pasando de ellas.
-Eso quiere decir que no necesito liarme con ninguna para ser feliz.
-Tú te lo pierdes.
Ángel y yo fuimos a buscarlas y bailamos con ellas. Ángel no tardó ni 5 minutos en besarla. Lo que tardó en preguntarle cómo se llamaba y en que curso estaba, todo lo de después fue un paseo.
Yo, sin embargo, bailaba con la otra que me miraba deseosa pidiendo a gritos, bésame. Como vio que solo bailaba, ella quiso ser la que diera el primer paso, pero le puse la mejilla y se quedo extrañada.
-Lo siento, tal vez me arrepienta, pero no quiero.- Le dije mientras le daba un beso en la mejilla y me iba.
Busqué algo con que llenarme el vaso. Ya había perdido la cuenta de cuantos llevaba, pero me daba igual. David se acercó tambaleándose. Al llegar, me dijo:
-La guarra esta se cree que me va a arruinar la noche.- Dijo David gritando.
-Cálmate y salgamos fuera.-Le dije tranquilo.
Cogí a David del brazo y lo llevé al jardín antes de que dijera más cosas de las que pudiera arrepentirse.
-¿Eres tonto? ¿Qué te crees que haces? – Le dije enfadado.
David me miraba triste y agachaba la cabeza.
-¿Ahora no vas a decir nada?
-Lo… siento… - Dijo vagamente.
-Venga, hay más mujeres, y lo sabes.
David me abrazó fuertemente. Pensé que iba a llorar.
-No vayas a llorar, que estamos de fiesta. – Le dije alegremente.
-Ya…
-Y alegra esa cara, que vea que eres fuerte.
David me soltó y entro saltando a la fiesta. Realmente, cuando estaba borracho parecía bipolar, pero eso era mejor, por lo menos para mí. Entonces, recordé que aún no estaba lo suficientemente borracho y me cargué más el vaso. Seguro que iba a querer olvidar la noche porque siempre pasan cosas.
Entré en el salón y, con la luz de discoteca parecía que no estábamos en una casa. Nuria estaba en el mueble bar que había en una parte del salón, sentada en una butaca apoyada en la barra. Me pareció raro ya que ella siempre era de las más fiesteras, así que fui a hablar con ella. Cuando estaba a punto de llegar hasta ella, un chico la invito a bailar y no pude alcanzarla.  Creo que iba a pasarlo bien con el chaval.
Ya la bebida me afectaba,  no veía bien del todo y creo que alguna gente desapareció, pero me dio igual, yo seguí bailando hasta cansarme. Tuve que salir afuera a que me diera el aire. Allí me encontré a Nuria con el chaval que la invitó a bailar, a David y varios más. David vino corriendo hacia mí, apenas le entendí. Algo sobre Leo, y la pared y que Alex había salido de la casa solo. Eso me asustó y salí corriendo a buscarlo.
No sé cómo llegué a encontrar a Alex, pero lo conseguí. Cuando lo encontré, en una plaza pequeña, estaba sentado y algo triste.
-¿Qué haces aquí? – Le pregunté extrañado.
-Nada. – Dijo distante.
-Sabes que no es verdad.
-Leo…
-¿Qué pasa con él? – Dije desinteresado.
-Está borracho…
-Como tú y yo.
-¿¡Por qué lo haces!? – Dijo enfadado.
-¿Por qué hago qué? – Dije sorprendido.
-¿¡Por qué me tratas así!? No deberías…
-Eres mi amigo.
-Yo no quiero serlo. – Dijo serio.
Se levantó y se fue hacia la casa. Yo me quedé sentado, sin palabras, triste… No entendía por qué me había dicho eso. ¿Tan mal me había portado con el?
Volví a la casa despacio, con la cabeza gacha, pensando en qué hacer al llegar. Seguía mal por lo de Alex. Decidí no pensar más en eso y beber más. David me abrió la puerta y me dio un abrazo mientras me susurraba.
-Lo siento. – Dijo apenado.
-¿Por qué?
-Por lo de Alex.
-¿Cómo lo sabes?
-Todos lo sabíamos, pero tú no querías darte cuenta.
-Déjame. – Dije de forma arisca.
David volvió con la gente a la fiesta y yo cogí otro vaso, lo llené y me metí en un cuarto. Me senté en una cama y apoyé la espalda contra la pared.
Laura entró en el cuarto y se sentó a mi lado. Ella empezó a hablarme mientras yo solo escuchaba.
-Me recuerda a mí. – Dijo mientras me sonreía. - ¿Recuerdas cuando en la fiesta a principio del curso hablaste con él? Ha sido más o menos lo mismo, ¿verdad?
Yo la miraba mientras agitaba el vaso y a veces bebía de él.
-¿Quieres que me quede contigo un rato? – Dijo algo triste.
-Haz lo que quieras.
Se acercó a mí y me abrazó.
-Sigues siendo igual de cómodo. – Dijo.
No entendía por qué todos lo sabían si no había dado tiempo a que lo contara.
-Voy a decirle que venga, debéis hablar.
-Haz lo que quieras.
-No vuelvas a decirme eso. – Dijo mientras me miraba con cara de pocos amigos.
Laura salió de la habitación y al rato la puerta se volvió a abrir. Era Alex. Se acercó a mí y se sentó a mi lado.
-¿Vas a explicármelo? – Dije enfadado.
-No hay nada que explicar.
-Pues no lo entiendo.
-A veces, pareces tonto.
-Siento no ser quien pensabas
Nos quedamos callados y suspiró.
-Leo se ha ido enfadado se ha dado cuenta de que estaba más pendiente a ti que a él y que eras tú quien me…
Se quedó callado y creí que iba a llorar le pasé el hombro por encima e hice que apoyara su cabeza en mi hombro.
-No debería haberte dicho nada… - Dijo triste.
-Si Leo se ha ido no es culpa mía.
-No fue por eso.
-Pues entonces sigo sin entenderte.
-Te…
-¿Cómo has dicho?
-Qui…
-¡No lo digas! ¡No!
Levanté la cabeza de Alex de mi hombro, lo miré y me puse el índice en la boca y empecé a pedirle silencio. Parecía un niño chico, pero el alcohol produce cosas así.
Alex me miró casi llorando. Entonces, quité el dedo de mi boca y puse la mano en su cara.
-No digas nada. – Le dije.
-¿Sobre qué? – Dijo mientras me miraba.
Le sonreí y le besé en la boca. Aunque ambos estábamos borrachos, ninguno hizo el intento de que el beso fuera a más, solamente un beso, y luego otro más.

Me separé de él y lo miré con los ojos muy abiertos. Él estaba feliz y yo… No sabría describir mi estado en ese momento. No sabía que había hecho. ¿De verdad lo había hecho? Me acosté en la cama mientras él me hablaba. Yo emitía sonidos como si dijera que lo estaba escuchando, pero no era así. Al final acabé escuchando un murmullo hasta que me dormí. No sé si Alex tardó mucho en darse cuenta, pero estaba muy cansado y, después de todo, necesitaba descansar.

martes, 17 de julio de 2012

Capítulo 9

Bueno, espero que no me matéis por no haberlo subido antes, aquí va otro capítulo :D


Capítulo 9.Desahogo.
Al día siguiente, Sergio, mi hermano, me despertó con un almohadazo en toda la cara. Escuché su risa.
-David te ha llamado. Quiere que vayas dentro de una hora a su casa.
-¿Y no puedes despertar como la gente normal? Me duele el ojo, ¿sabes?- dije enfadado.
-No me acordaba, lo siento.
Mi hermano salió de la habitación mientras yo me levantaba de la cama. Cogí lo primero que vi del armario que conjuntara y me vestí. Salí de mi cuarto y me senté en el sofá mientras daba los buenos días a mis padres. Mi madre se acercó a mí.
-¿A ver ese ojo? – dijo mi madre curiosa. –Hoy está menos inflamado, menos mal.
-¡Qué bien!- dije alegre.
-Vuelve a ponerte la pomada cuando te laves la cara.
-Voy.
Me levanté y fui a hacer lo que mi madre me dijo porque si no lo hacía me iba a dar la vara hasta que me fuera. Cuando terminé me lavé las manos y fui a desayunar. El tiempo pasó volando y cuando me quise dar cuenta solo quedaban quince minutos para las 12:00, que era la hora a la que David me había dicho, según mi hermano. Así que me fui al momento de mirar el reloj.
Para cuando llegué, David estaba esperándome.
-Tan puntual como siempre, las doce y cuarto. – dijo David con ironía.
-Lo siento. Ya me conoces.
-Por eso no me extraño.
-¿Está lejos la casa de tu primo?
-No, está aquí al lado.
Andamos unos veinte minutos hasta una urbanización de pijos, o eso decíamos nosotros. Pasamos de largo varias casas hasta llegar a una bastante grande. David se paró y llamó al telefonillo. La puerta se abrió y nos encontramos al primo de David en la puerta.
-Pensé que no llegarías nunca. – dijo el primo de David.
-Me entretuve un poco, ya sabes. – dijo David
-¿No me presentas a tu colega?
-Sí, el es Javi. Javi este es mi primo Darío.
-Encantado. – dije tímidamente.
-Bueno, David, tú ya conoces la casa, espero que me la cuides.
-No te preocupes, ahora nos encargamos nosotros de guardar las cosas frágiles y todo, no notarás que hemos estado aquí.
-Eso espero. Me tengo que ir ya, mi mujer se fue esta mañana y si no voy pronto a casa de sus padres se preocupará. Toma las llaves de la casa.
-Vale primo, dale recuerdos de mi parte. Gracias por el favor.
-Adiós. – dijimos los tres a la vez.
Darío cogió su descapotable y salió disparado con el coche como alma que lleva el diablo.
-Entremos para dentro, vamos a redecorar.
-Vale, no esperes mucho de mí – dije a David con cierta risita.
Entramos en la casa y empezamos a echarle fotos a todo lo que movíamos para saber cómo iba cada cosa. Fuimos guardando todo en cajas que luego llevamos al garaje. Mientras hablábamos de lo que cenaríamos esta noche, la visita que tendríamos o dónde íbamos a comer cada uno.
-Yo tengo que ir a casa de mis tíos porque mi abuela está con ellos y apenas puede moverse – dije
-Pues yo me quedo en casa, a mi casa vienen todos a celebrar Nochebuena.
-A mí me encantaría no moverme de casa.
-Bueno, después te lo pasas bien.
-Ya he terminado de recoger por aquí. – dije aliviado.
-Yo también he terminado. Vamos a coger los adornos de fiesta y a preparar las cosas.
-¿Llamo a Ángel y a Alex para que traigan las bebidas?
-No, luego mejor. Primero terminemos esto.
Entre los adornos del primo de David y los que nosotros pusimos, la casa había quedado perfecta. Habíamos hecho un buen trabajo. Miré a David y le guiñé un ojo como diciéndole que estaba genial. David sonrió mientras se sentaba en el sofá.
-Estoy muerto – dijo cansado.
-Yo también – dije mientras me sentaba en el sofá.
-Descansemos un rato.
-Bueno, mientras descansamos, ¿me cuentas lo del chaval de ayer? ¿Por qué quería pegarte?
-Eso…
-Sí, eso. Creo que debes explicármelo, mira mi ojo.
-No es fácil de contar.
-Inténtalo.
-¿Recuerdas cuando dije hace dos fin de semanas que me iba de fiesta a casa de mi prima?
-Sí, por su cumpleaños, ¿no?
-Exacto.
-Bueno sigue.
-A ver, la fiesta empezó tranquila, un poco de comida, luego la tarta y algo de música, luego empezó la locura. Todos los amigos de mi prima empezaron a beber, incluido yo. Hay cosas que me contaron al día siguiente porque yo no me acordaba. Disfrutaba de la fiesta, todos bebíamos y normal. De pronto, vi a una chavala guapísima y me puse a bailar con ella. Entre vaso y vaso cogí una buena y me lie con la chiquilla. Lo que yo no sabía es que los amigos de mi prima me habían echado una especie de droga en la bebida que me hizo desmadrarme más de la cuenta hasta el punto de no saber lo que hacía. La chavala se fue pronto a casa y seguí bailando con más niñas. Ya de esto no me acuerdo bien, fue lo que me contaron.
-¿Qué te contaron?
-Mientras bailaba y bebía, el chaval de ayer se acercó a mí y me agarró del brazo, mi prima me siguió porque creía que había problemas, pero… lo que vio fue que el chaval de ayer me entró y yo le seguí… No pasó nada más, pero me llevé con él hasta que me dormí, o eso dicen. Cuando me desperté, él estaba a mi lado abrazado a mí y yo me levanté alejándome de él. Me fui rápidamente y me fui de la casa de mi prima. Él vino detrás de mí al rato, corriendo. Me dijo que quería conocerme más, yo no sabía de lo que hablaba y  le dije que no me gustaban los chicos, pero él insistió. Al final, como no me dejaba en paz hice que otro día me viera irme con una. Se enfadó y me citó ayer en el parque aquel, el resto ya lo conoces.
Me quedé sin palabras, no podía creérmelo.
-Javi, di algo.
-¡Qué fuerte!
-Lo sé, yo tampoco podía creerlo.
-Pero, ¿te gustan los chicos?
-La verdad, no sé qué pensar ya.
-¿Sientes algo por alguno?
-Sí, ahora mismo te haría locuras en el sofá.
Ambos nos quedamos serios y yo le miraba con cara de me están ahogando, pero David no pudo más y empezó a reírse.
-¡Tendrías que haberte visto la cara! – dijo David descojonado.
-¡Qué gracioso! – dije con ironía.
-Mis sentimientos siguen igual, que yo sepa.
-Ya… Una pena.
-Encima los tendré que ver aquí acaramelados.
-Pasa de ellos, Marta ha cambiado.
-A peor.
-Son muchos años de amistad, normal que te viera como un amigo.
-Pues entonces que no habría sido tan brusca cuando se lo dije.
-Se pasó un poco.
-Es tan duro el amor.
-Demasiado. – dijo apenado.
David me abrazó y yo hice lo mismo.
-Bueno, anímate, que lo vamos a pasar genial esta noche. Voy a llamar a Ángel para que traiga las bebidas con Alex. – dije animando el ambiente.
-Si… ya es hora.
Mientras yo llamaba a Ángel para decirle dónde tenían que venir a traer las bebidas, David fue al baño del cuarto de su primo. Cuando colgué, escuché un ruido en el cuarto. Corrí a mirar que pasaba. David estaba en el baño y pregunté si se podía pasar.
-Entra, entra. – dijo David relajado.
Cuando entré, vi a David metido en un jacuzzi.
-Métete Javi.
-¿Te has puesto bañador?
-No, estoy desnudo, no es malo.
-Pues voy para dentro.
Me quité la ropa y me metí en el jacuzzi. Era increíble, con los masajes, el agua caliente y las burbujas.
-Esto es peor que la droga – dije con voz dormida.
-Ya te digo.
-Ahora podrías hacerme cualquiera cosa que no me quejaría.
-¡Anda, calla! ¿Qué voy a hacerte?
-No sé, tú sabrás.
-¡Qué tonto! – dijo riendo.
-¿Sabes que luego tendremos que salirnos para abrirle a estos dos?
-Ánimo Javi.
-Eso lo echamos a suerte. – dije riendo
-Ya veremos. – dijo riéndose otra vez.
Sonreí a David y le puse la mano en la pierna.
-¡Para!
Empecé a descojonarme y cuando paré volví a tocarle la pierna. David se volvió a quejar y yo más me reía.
-Como sigas así te voy a entrar. – dijo David de broma.
-No hay huevos. – dije riendo.
-Bueno, avisado quedas, que a mí me da igual, ni que me dieras asco.
-¡Qué perro!
-Avisado estás. – dijo riendo.
De pronto, sonó el timbre de la puerta. Estábamos tan relajados que no nos queríamos mover, pero tuvimos que salirnos e ir a abrir la puerta. Eran Alex, Ángel y otro chaval más que no conocíamos. Nos saludamos y entramos.
-Javi, David, él es Leo, es un amigo que va a pasar las navidades aquí y pensé que podría venirse a la fiesta. – dijo Alex.
-A mí no me importa. Contra más seamos mejor. – dijo David.
-Por mi puede venir. – dije aún con la toalla en la mano.
-Gracias. – dijo sonriendo y algo tímido Leo.
-Aquí traemos el cargamento de la noche, ¿dónde lo dejamos? – dijo Ángel.
David acompañó a Ángel a la cocina y empezaron a guardar las botellas. Mientras, Alex, Leo y yo fuimos al salón. Alex y Leo comenzaron a hablar de sus cosas y yo me puse a ver la tele. No echaban nada interesante y me estaba entrando sueño. Leo me preguntó dónde estaba el baño y yo le respondí. Entonces, ambos se levantaron y fueron al baño. Me pareció raro, una cosa es tener vergüenza y otra tener que ir juntos al baño. Me quedé dormido cuando salieron del salón, pero a los diez minutos David y Ángel me despertaron.
-¿Dónde están los otros dos? Tenemos que irnos ya. – dijo David.
-Creo que en el baño, voy a buscarlos.
David y Ángel se quedaron viendo la tele y yo me levanté a ver donde estaban. Fui al baño, pero no estaban. Me pareció raro y creí que se habían ido, sin embargo, cuando iba a volver al salón escuché una silla moverse en el cuarto de enfrente.
Supongo que estarán, aquí. Voy a decirles que nos vamos. Abrí la puerta y entré.
-¡Oh, Dios! – grité exaltado.
Me giré y salí rápidamente de la habitación. Ambos estaban desnudos, Alex apoyado en la pared y Leo detrás de él. No podía creerme lo que acababa de ver. Era… Sin palabras, no puedo explicar esa sensación debido a que nunca me había pasado nada semejante. Volví al salón lentamente con los ojos que se me salían de las órbitas. No dije nada y me senté.
-¿Y bien? – dijo David.
-Dicen que ya vienen.
-Parece que has visto un muerto Javi – dijo Ángel riendo.
Como supuse, a los cinco minutos salieron del cuarto y vinieron al salón.
-Perdón por la tardanza, es que nos hemos puesto a ver la casa. – dijo Alex como si no pasara nada.
-No pasa nada. Vámonos, ya vendremos esta noche. – dijo David.
Cuando salimos de la casa Alex me cogió del brazo y nos quedamos atrás.
-Siento lo que has visto, no pudimos resistirnos. – dijo Alex avergonzado.
-No pasa nada, a mí también me ha pasado eso alguna vez. – dije para que no se sintiera así.
-En verdad Leo y yo estamos empezando una relación, lo conocí hace un mes, es el hermano del amigo de mi hermana. La familia de él invitó a la mía a una comida en su chalet y allí nos liamos.
-Parece buen chaval.
-Espero que sea el chico de mi vida. – dijo animado.
-Seguro que sí. – dije sonriendo.
Nos adelantamos y alcanzamos a los tres. Hablaban de la fiesta, de quiénes se emborracharían y de quienes se liarían. Leo solo escuchaba.
-Sois peores que unas marujas de patio. – dije riendo.
-Tú también estás impaciente y lo sabes.  – dijo Ángel.
-Tal vez.
-¡Qué poco me gusta ese tal vez! – dijo David sonriendo.
Nos llevamos todo el tiempo así hasta que cada uno se fue despidiendo y yendo a sus casas. Alex y Leo iban de la mano. Me alegraba por él, por fin no tenía que sentir que me quería para él y podía ser libre al fin. Además, se le veía muy feliz y Leo no era mal chaval, por lo menos a simple vista. Me despedí de ellos y subí un piso por las escaleras, miré por la ventana y vi cómo se besaban. Sonreí y seguí subiendo.
Cuando llegué, mi madre estaba ya sofocada haciendo comida que tenía que llevar, mandándonos a duchar, etc. Lo que suele pasar en estos días de fiesta, que más bien parecen días de estrés. Nada más llegar, mi madre empezó a ordenarme que me duchara, que me preparara para irnos y que no tardara. Cuando se ponía así me ponía de los nervios, pero tuve que hacerle caso porque luego es peor. Lo peor de ese día fue que mi hermano se metió en el baño al ver que yo iba a meterme y mi madre me volvió a echar la bronca por no haberme duchado antes.
Al rato, toda la familia estábamos preparados para irnos de casa y nos dirigimos al coche, pero cuando llegamos al coche mi madre, como siempre, tuvo que volver a casa por algo que se había olvidado, siempre le ocurría. También tardó más tiempo de lo normal porque se quedaría hablando con alguna vecina, pero parece que no tiene prisa cuando habla con ellas. Cuando ya estábamos listos, mi padre arrancó el coche y nos dirigimos a casa de mis tíos a pasar una buena cena de Nochebuena, pero yo estaba impaciente por la fiesta de después, no me interesaba mucho la cena.
El viaje a casa de mis tíos fue muy silencioso, menos mal que me traje los auriculares para escuchar música y así entretenerme un poco. A veces, mi hermano decía algo y mis padres contestaban y se volvían a callar. El viaje me pareció bastante largo. Me pareció estar en el coche dos horas cuando estuve apenas media hora. Me dio tiempo a pensar en tantas cosas que el tiempo parecía no pasar. Estaba pensando cómo había cambiado mi vida en tan solo tres meses, todas las cosas que habían pasado y todas las podrían haber pasado. Recordé el día en el que conocí a Alex y, pensar que ahora es uno de mis mejores amigos me alegró ese rato en el coche. De una cosa estaba seguro, esa noche se iba a liar.
La cena fue muy ajetreada, toda mi familia por parte de madre iba llegando, los hombres hablaban y de vez en cuando ayudaban en algo mientras que las mujeres iban preparando los platos y mandándonos a los hijos y sobrinos que pusiéramos la mesa y fuéramos llevando platos. Como sabía que iba a ser como todos los años yo no entré en la cocina y estuve con mi prima Alicia fuera de la casa hablando de nuestras cosas. Alicia era una chica de mi edad, morena, ojos claros y de estatura normal. La mayoría de los primos tenemos los mismos rasgos, aunque distintas edades.
Mi prima acababa de empezar una relación con un chaval de su instituto. Le iba bien, o eso parecía. Yo le conté mi ajetreada vida y lo que había pasado en estos últimos meses. Lo de Alex, lo de mi ojo morado, etc.
-¡Qué pena, primo!
-¿Qué cosa?
-Me hubiera gustado tener un primo gay o bisexual.
-No está en mis planes hacerme eso.
-Machito. – dijo Alicia refunfuñando.
-Así soy. – dije alardeando irónicamente.
Alicia me miró despectivamente y luego se rio. Yo la seguí hasta que mi hermano salió fuera y nos dijo que entráramos a comer. Nos sentamos juntos y, cuando todos se sentaron a la mesa, empezamos a comer. Hubo mucha charla y bastante ambiente durante la cena.
Cuando terminamos,  mi padre nos llevó a mi prima y a mí de vuelta a la ciudad y se fue. Le dije a mi prima que se viniera con sus amigas a nuestra fiesta. Además, mis amigos ya la conocían y no les importaba. Ella aceptó y llamó a sus amigas que también aceptaron. Fuimos a buscarlas y nos dirigimos a la casa del primo de David. Tardamos bastante tiempo en llegar y cuando llegamos todos estaban dentro empezando la fiesta.