jueves, 10 de septiembre de 2015

Capítulo 12

Capítulo 12. Lo que realmente quiero

No sé si el viaje fue largo o corto, pero pude soñar incluso. Me era familiar: Estaba en la casa del primo de David, en el cuarto que me desperté, con Alex. Yo le besaba poco a poco, pero luego la duración de los besos fue aumentando. Ambos disfrutábamos y él me quitaba los pantalones mientras me besaba el cuello. Yo no oponía resistencia. Alex tenía sus manos en mis genitales hasta que su boca llegó a ellos. Empezó a chupármela. Yo gemía de placer y al rato me decía. Todo ha acabado.
  • ¡Noooo! – Grité al despertarme del susto.
Mi primo se asustó.
  • ¿Estás bien? – Me preguntó mi primo preocupado.
  • Ha sido una pesadilla. No te preocupes.
En realidad yo sabía que no era tan pesadilla, mis boxes podían decir lo contrario. Genial pensé. Ahora tendría que lavarme cuando llegara a mi casa. Ahí estaba yo. Con ganas de sexo y mi pene no decía lo contrario. Además, ¿por qué soñé con él? No quería pensarlo más. Deseaba lavarme ya mi semen… ¿Y si era cierto? ¿Y si había conseguido hacer lo que yo creía imposible? No podía gustarme Alex, no era lógico. Al menos no para mí.
  • Ya estamos en casa. Si necesitas algo llámame.
  • Vale, gracias primo. Adiós.
  • Adiós loco.
Subí rápidamente a casa y me metí en la ducha sin pensármelo. Me lavé bien y después lavé mis boxes, al menos lo suficiente para echarlos en la ropa sucia sin pruebas aparentes.
La falta de sexo provocaba necesidades y, como hacerme una paja no era algo que hiciera todos los días, mi mente lo pedía. Tenía su parte buena, porque disfruté, aunque no me gustara la idea de con quién. Me puse unos boxes limpios y la ropa de antes. Alguien llamó a la puerta y yo fui a abrir.
  • ¿Cuándo pensabas venir a hablar conmigo? – Dijo Nuria histérica.
  • Perdón, perdón. Tenía que ducharme.
  • Bueno, eso ahora no es lo importante.
  • Lo supongo.
  • ¿Te acuerdas del chico con el que estuve ayer en la fiesta?
  • Sí, vagamente. ¿Por qué?
  • Porque luego nos fuimos a dar una vuelta y… Nos besamos. Creo que me gusta – Dijo con voz dulce.
  • ¡Al fin! Estás olvidando a Ángel. – Dije alegre.
  • Sí, creo que sí, pero está muy reciente.
  • Bueno, ¿y quedasteis en algo?
  • Hoy hemos quedado por la noche.
  • Me alegro por ti.
  • ¿Y tú qué? ¿No tienes nada que contar? – Dijo como si supiera algo.
  • Si ya lo sabes, ¿para qué preguntas?
  • Es que no me han dicho todo. Solo que besaste a alguien.
  • A Alex.
Nuria me miró con una cara que no hacía falta que dijera nada para saber que pensaba.
  • ¿¿¡¡En serio!!?? – Dijo al momento.
  • Pero… ¿Te gusta?
Preferí no contestar a la pregunta.
  • Estamos enfadados. – Le contesté quitándole importancia. -Porque yo iba borracho y… Hoy no me acordaba de que lo hubiera besado.
  • Ni del chupetón que tienes, ¿no?
  • ¡Mierda! No recuerdo quién me lo hizo.
Al ducharme, el maquillaje se me había quitado y no había vuelto a ponerme nada.
  • Es evidente, diría yo.
  • No lo creo, solo nos besamos y luego me quedé dormido.
Nuria me miró otra vez. Esta vez su cara decía: Eres tonto y no te enteras. En ese momento me di cuenta, pero no podía creerlo. Alex era el único que podía habérmelo hecho mientras yo dormía. Desde luego, mira lo que me hizo y yo ni cuenta me di.
  • ¿Por qué estáis enfadados? ¿Por ese moratón del cuello? – Dijo Nuria riéndose.
  • No. Porque se presentó esta mañana en mi casa creyendo que yo me acordaba de todo y me besó y yo le dije que se equivocaba.
  • Si te digo la verdad, yo no creo que él se equivoque, sino tú.
  • ¿Qué quieres decir con eso?
  • Que él te gusta, pero tú ego de machito hetero es demasiado alto.
  • Yo creo que sé lo que me gusta. – dije algo alterado.
  • Te conozco demasiado bien. ¿Recuerdas cuando empezó a gustarte Laura? Cualquier chico era un enemigo. Igual que Leo, al que no soportabas.
  • ¡¡Eso no es verdad!! – Dije enfadado. - ¡Déjame, calla!
  • Javi, cálmate.
  • ¿¡Vas a venir aquí a decirme lo que me gusta o me deja de gustar!? ¡No quiero verte!
Cogí las llaves de mi casa y salí corriendo hacia la calle cerrando con un portazo la puerta. Cuando ya estaba abajo escuché mi puerta abrirse y cerrarse y supongo que los pasos de Nuria siguiéndome, pero yo era más rápido y me perdió de vista.
Me llamó al móvil, pero no lo cogí. Estaba demasiado enfadado con ella. Mi mente se repetía una y otra vez Sé lo que me gusta. Acabé llegando a la playa de tanto correr. Hacía frío, pero yo crucé el puente para llegar a la arena.
Estuve andando un rato hasta que me cansé y me senté en la arena. Miré hacia mi derecha y vi a Alex, no creía que fuera a verlo allí, era tan raro todo. Él no me vio, o hizo como él que no me veía. Fui a saludarle, aunque sabía que él no lo haría, incluso que ni me hablaría.
  • Hola… - Dije tristemente.
Él no contestó e intentó ignorarme.
  • Por favor, perdóname. Estaba borracho…
  • Eso no es excusa. Yo también me he emborrachado y no por eso me da por besar chicas.
  • Es distinto…
  • Claro, ambos somos chicos, es distinto. No tengo nada más que decir.
Yo me quede parado y Alex siguió.
  • ¿Por qué no me quieres entender? – Le dije como si fuera yo la víctima
Alex se paró y cerró el puño.
  • ¡Entiéndeme tú a mí antes! Joder.
Alex se dio la vuelta y se abalanzo sobre mí con el puño en alto, pero al final acabó agachándose y dándole a la arena un puñetazo. Yo no me moví. Parecía saber que no me daría, aunque no era seguro. Allí estábamos los dos. El seguía agachado y noté como empezaba a llorar.
  • ¡Mira lo que has conseguido! – Dijo gritándome.
  • Lo siento…
Alex se levantó y siguió su camino. Yo le seguí.
  • ¡Déjame en paz! ¡No quiero saber de ti!
  • Yo no puedo vivir sin ti ya, Alex.
  • Lo haces todo tan difícil.
  • No tiene por qué ser así.
  • Sí, ya estoy cansado de todo. Voy a olvidarme de ti y se acabó.
  • Pero…
  • No hay peros que valgan.
  • Pero…
  • ¿Pero qué? Lárgate ya por otro camino.
Siguió andando hacia delante y yo me quedé parado, pensando que decir. Salí corriendo hacia él, Alex se giró al escucharme.
  • ¿Qué pasa, no me oyes? – Dijo él harto ya.
Me paré con su cuerpo abrazándole. Nuestras caras estaban muy pegadas. Mi mente ya no me hacía caso. No podía soportar quedarme sin Alex.
  • Pero…
  • ¿Qué?
  • Yo te quiero, Alex.
Él me miró sorprendido y yo le besé. Alex tardó en reaccionar, pero él también sentía lo mismo, así que a los pocos segundo mi beso fue correspondido. Nos caímos en la arena, pero no nos importó, seguíamos besándonos sin importarnos nada. Nada importaba en ese momento, solo él y yo.
Mi móvil sonó e hizo que nuestras piernas vibraran. Él paró de besarme para que cogiera el teléfono, pero yo no quería cogerlo y lo volví a besar. Él móvil dejó de sonar, pero volvió a sonar al ratito y tuve que cogerlo. Era Nuria.
  • ¿¡Dónde estás!? – Dijo alterada.
  • No te preocupes, estoy en la playa. Espérame en casa, ya voy para allá.
  • Te espero allí.
Colgué el teléfono y Alex me miraba con una sonrisa de oreja a oreja. Los dos sentados en la arena de la playa al atardecer. Me acerqué a él pasándole el brazo por encima y él apoyo la cabeza en mi hombro.
  • No quiero que acabe este momento. – Dijo feliz.
  • Yo tampoco.
Yo solo lo miraba a él, no miraba hacia el mar. Levantó la cabeza para mirarme y le volví a besar.
  • ¿Estás seguro? – Me preguntó con cierta tristeza.
  • Completamente. – Dije sonriéndole.
Él se alegró y me besó.
  • Por fin puedo decírtelo, pensé que yo te lo diría antes.
  • ¿Qué cosa?
  • Te quiero.
Me sonrojé y él soltó una risita.
De pronto, un perro, un pastor alemán, vino corriendo hacia nosotros y empezó a jugar con nosotros. Ambos nos levantamos y se escuchó la voz de una joven.
  • Zeus, ven aquí. ¿Dónde estás?
El perro empezó a ladrar y la muchacha salió de detrás de una duna.
  • Perdonadlo, le encantar jugar. – Dijo la chica como si ella tuviera la culpa.
  • No te preocupes. – Dije.
Alex acariciaba al perro mientras la chica venía y yo me puse a hablar con ella.
  • En serio, lo siento mucho.
  • No pasa nada, de verdad.
  • Tu… amigo se asustó.
  • He de admitir que yo también.
La chica llamó al perro y él levantó la cabeza y enseguida fue a buscarla. Alex se fue acercando a nosotros y la chica se despidió.
  • Siento mucho haberos molestado parejita. – Dijo sin importarle que fuéramos dos chicos.
Ambos nos sonrojamos.
  • Deberías irte ya o Nuria volverá a llamarte.
  • Tienes razón.
Me cogió de la mano y empezamos a andar. Cuando llegamos al puente para salir de la playa le solté la mano. Él me miro algo extrañado.
  • ¿Pasa algo? – Dijo sorprendido.
  • No… Solo que aún es pronto.
Me miró algo triste, pero luego me sonrío.
  • No pasa nada. Hoy me da igual todo. – Dijo muy feliz.
Yo le devolví la sonrisa y seguimos andando hacia mi casa. Estuvimos callados unos minutos en los que estuve pensando en lo ocurrido en la playa. No me había hecho gracia que la joven del perro nos dijera parejita, aún era demasiado pronto para eso.
  • Javi… - Dijo nervioso.
  • Dime, feo. – Dije sonriéndole.
  • Hoy mis padres van a casa de unos amigos y mi hermana se va con el novio, ¿te vienes a casa?
  • ¿Ya quieres llevarme a la cama? – Dije riéndome.
  • Eso no es muy difícil. – Dijo con una sonrisa.
  • Primero explícame esto. – Dije señalándome el cuello.
  • Culpable.
  • Lo sé.
  • En mi defensa diré que aún estabas despierto, pero ambos borrachos.
  • Acosador. – Dije riéndome.
Ambos reímos mientras doblábamos la esquina de la calle donde estaba mi casa. Vimos a Nuria a varios metros y cuando nos vio vino corriendo.
  • Hola, me alegro de verte Alex. En cuanto a ti, eres subnormal y cabezón. – Dijo enfada, dándome un golpe en la cabeza.
  • Deberías haber medido tus palabras. – Dije refunfuñando.
Javi nos miraba perplejos mientras Nuria y yo discutíamos como novios. Tal vez se debiera a que son demasiados años juntos con Nuria. Alex empezó a reírse y nosotros le seguimos porque nos dimos cuenta de lo que pasaba.
  • Perdóname por la escenita, Nuria. Toda está resuelto ya.
  • Sí, ya veo que algo ha cambiado.
Alex no sabía muy bien lo que queríamos decir, pero nosotros nos entendíamos.
  • Bueno, yo me voy a casa. – Dijo Alex.
  • Vale, luego nos vemos.
  • A las nueve y media.
  • Allí estaré. – Dije sonriéndole.
Alex se fue tranquilo y feliz hacia su casa y yo lo miraba quedándome embobado. Nuria me miró.
  • Tienes algo que contarme. – Dijo ella.
  • No sé de qué estás hablando. – Dije suspirando.
  • ¿No estabais enfadados? Aquí pasa algo.
  • Que la gente madura, eso pasa.
  • Tendrá que ser eso. Otra cosa, ¿habéis quedado para salir y no me habéis dicho nada?
  • No, es que tengo que darle una cosa.
  • Sospechoso.
  • Deja de meterte en esa cabeza tuya y subamos a casa.
  • Te conozco muy bien y sé que pasa algo.
  • Tal vez, pero hoy no será el día que te lo cuente, ahora sube. – Dije sonriéndole.
  • ¿Me vas a dejar con la duda? – Dijo sorprendida.
  • ¿Acaso lo dudabas?
  • ¡Qué malo eres! – Dijo riéndose.
  • Ya me conoces.
Ambos nos reímos y subimos a nuestras casas.
  • Buenas noches, “mi amor”. – Le dije riéndome.
  • Buenas noches, tonto. – Dijo Nuria riéndose.
Abrí la puerta de casa y mis padres ya estaban allí. Los saludé y miré el reloj de la cocina para saber qué hora era. Aún faltaba una hora para las nueve y media, pero tenía muchas ganas de que llegara la hora. Pensaba en ese momento en el que Alex y yo nos besamos. Sentía como si estuviera montado en una montaña rusa porque mi estómago parecía sentir algo… Creo que a eso se referían cuando dicen que tienes mariposas en el estómago. Me recordaba mucho a lo que había sentido por Laura, pero era distinto al estar referido a un chico. Estaba encantado con esto, pero aún no podía hacerme a la idea por la gente. Sabía que muchos no me mirarían con los mismos ojos y me tacharían de maricón o desviado, pero, no se elige el destino, se elige el camino a seguir, y yo había escogido coger este. Nunca lo había pensado así.
Miré la hora, y solo quedaba media hora. Pensé si debía ducharme otra vez, aunque ya sería la tercera vez del día, pero había estado en la playa… Lo único que hice fue cambiarme los zapatos y ponerme otra chaqueta. Le dije a mi madre que no comería en casa y me senté en el sofá un ratito con mi padre.
  • Te veo de mejor humor, Javi. – Dijo mi padre.
  • Sí, yo también lo creo.
  • Seguro que tienes una cita. – Dijo riéndose.
  • No empieces.
Mi padre sonrió y no dijo nada más.
Era la hora de salir de mi casa y me despedí de mi familia. Por cada paso que estaba más cerca de la casa de Alex, más ilusionado estaba. Parecía un niño chico un 6 de Enero o el día de su cumpleaños. Deseaba que llegara el momento de estar juntos otra vez.

Llegué a su casa y me paré en la puerta. No sabía que iba a pasar, pero seguro que recordaría este día.

martes, 8 de septiembre de 2015

Capitulo 11

Capítulo 11. El oscuro día.
El sol en los ojos me despertó. Estaba algo desorientado y no me acordaba qué hacía en ese cuarto ni cómo acabé en él. No había nadie en la habitación y todo estaba muy silencioso. Miré la hora en mi móvil y vi que solo eran las 11:45. Abrí la puerta y miré a ver si veía a alguien, pero todo estaba vacío. Parecía que había pasado un terremoto por el salón, todo estaba desordenado. La cabeza parecía que iba a estallarme y tenía un mal sabor de boca.
David apareció de pronto en el salón.
-¿De dónde has salido? Me has asustado. – Dije desganado.
-Estaba acostado en el sofá. – Dijo con voz ronca.
-Debería ir a revisarme la vista. – Dije intentando reír, pero sin esfuerzo.
-Te entiendo, yo tampoco sé muy bien cómo acabé en el sofá.
De pronto, Laura bajo corriendo las escaleras y me abrazó.
-¿A qué viene esto? – Dije sorprendido.
-Qué calladito lo tenías. No sabía que te gustaba, es decir, no me lo imaginaba.
Miré a Laura con cara de “¿de qué diablos hablas?” Miré a David y él estaba tan sorprendido como yo.
-Me lo dijo Alex antes de dormirnos. Te quedaste dormido y se vino a hablar conmigo. – Dijo Laura muy contenta.
-No sé cómo puedes tener tanta energía y, ojalá supiera de qué hablas.
-Pues porque yo no bebí tanto como para quedarse dormido mientras te hablan.
-¿Me quedé dormido cuando hablaba con Alex?
-Eso me dijo.
-Pues sigo sin entenderte.
-Ah…
Laura se acercó a mi oído para susurrarme y siguió hablando.
-No quieres que nadie se entere, ¿no?
-Sigo sin saber de qué hablas. – Le contesté.
Laura se separó de mí y me miro con algo de tristeza. Creo que hice algo de lo que me iba a arrepentir. Laura se dio media vuelta y volvió arriba.
De pronto, alguien llamó a la puerta. David fue a abrir y volvió con una señora.
-¿Es una vecina quejándose de lo de anoche? – Pregunté algo nervioso. No tenía ganas de broncas.
-Es la limpiadora, aunque creo que se va a quejar ahora.
-No os preocupéis chicos. – Dijo la limpiadora. – He traído a mi equipo. – Dijo, mientras varios entraban en la casa.
-Mi primo ya me dijo que no me preocupara por la limpieza. No te preocupes, puedes irte cuando quieras.
-Tengo hasta suerte. Muchas gracias, David.
Fui a buscar a Laura para irnos a casa y, en unos minutos, estábamos volviendo hacia nuestras casas.
-Laura, ¿qué hice anoche? – Dije angustiado.
-Tú sabrás, Javi, tú sabrás. – Dijo algo enfadada.
-Si lo supiera no te preguntaría.
-Tus sentimientos… han cambiado.
En ese momento, un coche pitó y ambos miramos hacia allí.
-Es mi padre, vamos. – Dijo Laura.
Nos montamos en el coche y Laura empezó a hablar con el padre. Yo le saludé y él me miró con cara de pocos amigos. Supongo que después de hacerle daño a Laura por todo lo que pasó no le hacía mucha gracia que su hija estuviera conmigo.
No estuve atento a la conversación. Iba pensando en lo último que Laura me había dicho “Tus sentimientos… han cambiado”. No entendía qué quería decirme. Si hubiera pasado eso me hubiera enterado, pero no sabía nada. El coche se paró, miré por la ventana y entendí que hasta ahí llegaba mi viaje en coche.
-Hasta mañana, Javi. – Dijo Laura.
-Adiós. – Contesté dormido.
El coche se alejó rápidamente y pude ver como el padre de Laura parecía alterado con ella, pero no le hice mucho caso. Subí las escaleras hasta mi casa y me preparé para lo peor. Cuando abrí la puerta encontré una nota en la mesa.
Estamos en casa de la abuela. Vamos a comer aquí, así que si puedes venir, ven. Mama”.
Ni siquiera lo pensé. Con lo cansado que estaba no iba a ir a casa de mi abuela. Además, el dolor de cabeza era insoportable.
Fui a la cocina a encender el calentador para ducharme y acostarme. Es lo que necesitaba en ese momento. Fui al baño y me desnudé mientras miraba en el espejo si había algo distinto en mi cuerpo por culpa de la borrachera, pero estaba normal. Me metí en la ducha y empecé a pensar. Tenía que recordar cosas de la fiesta, ya que todo estaba demasiado borroso. Solo recordaba que David me dijo que Alex había salido de la casa y yo fui a buscarlo, después regresé a la casa sin Alex, pero, ¿por qué? Y luego acabé en una habitación hablando con Alex. Seguramente me había saltado varias cosas que explicarían todo, pero no lo recordaba y eso no me gustaba.
Cerré el grifo y saqué la mano de la ducha para coger la toalla que había dejado en la percha que estaba al lado de la ducha. Me di un poco en el pelo con la toalla y llamaron a la puerta. Intenté secarme algo, pero no me dio tiempo, así que me lie con la toalla por la cintura y salí del baño.
  • Ya voy. – Grité.
Miré por la mirilla y vi a Alex al otro lado de la puerta. Abrí la puerta para ver que quería.
  • Hola, ¿qué quieres?
Alex se quedó sin palabras al verme recién salido de la ducha.
  • ¿Alex? Tierra llamando a Alex. – Dije mientras le golpeaba en el hombro.
  • ¡Oh! Lo siento… No esperaba que me abrieras así. – Dijo aún mirándome.
  • Seguro que estás acostumbrado a ver a chicos con menos. – Dije riéndome. - Pasa y siéntate que voy a ponerme algo para no helarme.
Justo cuando cerré la puerta la toalla se me cayó, dejándome completamente desnudo delante de Alex. Cogí la toalla del suelo y lo miré. Él estaba muy rojo y yo empecé a reírme mientras me tapaba.
  • Avisa la próxima vez que vayas a hacer un striptease. – Dijo avergonzado.
  • Cuando quiera hacerte un striptease te avisaré antes. – Dije bromeando.
  • Espero que así sea.
Entré en mi cuarto y cerré la puerta. Parecía que lo había dicho de verdad, como si pensara que lo haría. Pensé que era una tontería. Éramos amigos y estábamos bromeando, solamente. Cogí unos boxes y un pijama y empecé a vestirme. Antes de que terminara escuché la puerta y la voz de Alex.
  • No podía esperar más. – Dijo ansioso.
  • ¿Qué cosa? – Dije sorprendido, aún de espaldas a él.
De pronto, noté que me abrazaba. Me quedé quieto, sin saber qué hacer. Lo aparté de mí y me giré.
  • ¿Qué haces? – Dije algo molesto.
  • Creo que es evidente.
  • Pero… Otra vez no…
  • Él que no lo entiende soy yo. – Dijo cabreado.
  • ¿A qué te refieres?
  • Lo sabes perfectamente.
  • Si lo supiera no preguntaría.
  • No puedo creerlo, ¿quieres que crea que no te acuerdas del beso de ayer? – Dijo más enfadado que antes.
  • ¿Beso? – Dije alarmado.
Ambos nos callamos. No podía mirarle a la cara, sin embargo, él me estaba mirando y estaba esperando a que yo le dijera algo.
  • Ya veo lo que pasa. ¡Te odio, Javier, te odio! – Dijo muy enfadado.
Alex se fue de la habitación y escuché como la puerta de la casa se abría y se cerraba fuertemente a los pocos segundos. En ese momento, una lágrima cayó por mi mejilla.
  • ¡Soy un mierda! – Dije gritando. - ¡Le volví a hacer daño!
Alcé el puño y golpeé la pared con fuerza. El golpe retumbó en toda la habitación. Me hice bastante daño en el puño, pero no me queje. Aguanté el dolor y me acosté en la cama. No quería saber nada más de lo que había pasado. Mientras me quedaba dormido pensaba en si podría perdonarme a mí mismo por hacer eso y, lo más importante, si podría perdonarme él.
Al cabo de varias horas, mi móvil empezó a sonar. Con el cabreo se me había olvidado apagar él móvil. Era mi madre y, viendo la hora que era, seguramente era para que fuera a comer. Descolgué el móvil para decirle que iba ya para allá, pero mi madre sabía que estaba durmiendo y empezó a echarme la bronca.
  • Tu padre va a recogerte en 5 minutos, ya debe de estar llegando con el coche, así que espéralo abajo. – Dijo enfadada mi madre.
Ella mismo colgó antes de que yo pudiera hacerlo.
Empecé a prepararme para irme, pero con mucha desgana. Parecía que me habían dado una paliza, pero no era por el sueño. Sabía que Alex estaría enfadado conmigo, que mientras yo dormía él había estado llorando o algo peor. No quería pensar en ello.
Escuché el pitido de un coche que supuse que sería el pitido del coche de mi padre, así que terminé de prepararme y cerré la puerta de la casa con llaves. Bajé las escaleras y entré en el coche sin decir nada. Mi padre me saludó, pero yo seguía mirando a la nada y pensando en mis cosas. Seguramente eso era a lo que se refería Laura, pero nunca podría habérmelo imaginado. Había besado a Alex y no lo entendía. ¿Es qué Alex lo había conseguido? ¿Había conseguido que me gustara él? Mi pecho parecía que tenía una pesa de 20 kilos o más que apenas me dejaba respirar. Me negaba a aceptar eso. Solo pude pensar que el alcohol no es buen compañero para las tristezas y que la había liado porque no quería perder a un amigo como Alex. Sin duda, en esos momentos no podía vivir sin él, era alguien importante en mi vida, un amigo de verdad, un verdadero amigo como Ángel, Nuria, David y Laura.
De pronto, mi móvil vibró haciendo que me despertara de mis pensamientos. Era un mensaje de Laura.
Ya sabía que pasaría esto. Él no lo merece, ni tú tampoco… Tenéis que arreglarlo.”
En ese momento odié que Laura me recordara que le había hecho daño.
  • Tienes cara de tonto. – Dijo mi padre.
  • Gracias. Me alegra saber que piensas eso de mí. – Dije yo con sarcasmo.
  • No, digo que estás en tu mundo… Más de lo normal. – Dijo algo preocupado.
  • No te preocupes, solamente es que estoy dormido.
Al ver que no daba mucha información, mi padre cambió de tema y empezó a comentar las noticias deportivas sobre los equipos de fútbol para ponerme al día. No había mucho que decir, porque, ya me dirán que demonios pueden decir en Navidades. No eran muchas las noticias, pero algo es algo.
A los pocos minutos, llegamos a casa de mi abuela. Tuve que volver a saludar a toda la familia como si no los hubiera visto hacía años… Y los había visto hace menos de un día.
Tuve una comida tranquila, y di gracias de que fuera así, ya que no tenía ganas de las típicas preguntas familiares que en vez de estar con tu familia parece que estás con un puñado de policías y haciéndote una declaración de la noche del asesinato… Mi familia y sus cotilleos.
Cuando terminé de comer me senté en el sofá del salón y me puse a ver la tele. No estaban echando nada interesante y, la verdad, tampoco me importaba. Mi hermano entró en el salón y se sentó a mi lado.
  • Oye, Javi. – Dijo dudoso.
  • ¿Qué quieres enano?
  • ¿Te han pegado en el cuello? – Dijo mirándome el cuello y preocupado.
  • No, no creo, ¿por qué?
  • Tienes un moratón.
Miré a mi hermano con los ojos muy abiertos y salí corriendo para el baño. “¿Cómo no me vi nada antes?” pensé. Fui al baño tapándome el cuello porque ya suponía lo que era, pero no sabía cómo había llegado hasta ahí. Suponía que mi familia lo habría visto, pero no me habían dicho nada. Cuando me miré en el espejo lo vi. Tenía un pequeño chupetón en el cuello. Busqué rápidamente algo de maquillaje de mi abuela que, seguramente, sería sin brillo y podría tapármelo. Tuve suerte y lo encontré pronto y sin que nadie más lo viera. En ese momento me enviaron un mensaje al móvil de Nuria.
Tenemos que hablar ahora, vuelve como sea.”
Parecía urgente, así que le pedí a mi madre que me llevara, pero no quiso. Tuve la suerte de que mi primo volvía cerca de mi casa para estar con su novia, así que me fui con él.

Durante el trayecto en coche, me quedé dormido. No me había parado a pensar en que estaba realmente cansado y no pude aguantar más. Le dije a mi primo que me despertara cuando llegáramos y no dudé en echarme una pequeña siesta.