Capítulo 8. Felices fiestas.
Era el
último día de instituto antes de las vacaciones de navidad. Estaba feliz porque
mis notas eran buenas y no podía quejarme.
En todo ese
tiempo, Alex cogió más confianza con nosotros y empezó a salir con nosotros.
Desde aquel día en la playa, Alex parecía más seguro y no se le notaba que le
gustaba, la verdad, no sé si aún le gusto, pero me hubiese alegrado que fuera
así. Tras lo ocurrido con Marta y Laura no me lie con ninguna chica, aunque más
que nada por Laura porque Marta había conocido a un chico de las clases de
inglés y habían empezado a salir. Ángel seguía igual que siempre, en su mundo
con sus cosas. David estaba raro, se había vuelto algo solitario y siempre
estaba triste, había cambiado desde que Marta empezó a salir con el chaval y no
pasaba tanto tiempo con él. Miguel y Andrew empezaron a pasar más tiempo con
Alex, con Ángel y conmigo, éramos más amigos que antes. Nuria y Laura se
hicieron también más amigas que antes y pasaban mucho tiempo juntas.
Cuando
terminó el instituto todos estábamos deseando reunirnos para preparar la fiesta
que íbamos a hacer el 25 de diciembre y de paso íbamos todos juntos a comer a
un restaurante. Decidimos encargarnos por parejas una tarea. A mí me tocó con
David, que no se mostraba muy entusiasmado con la idea de la fiesta. Cuando
terminamos de comer, cada pareja fue a hacer su tarea. A nosotros nos había
tocado encontrar el lugar para hacer la fiesta y decorarlo. Tuvimos suerte
porque el primo de David tenía un campo en las afueras y él se iba a casa de su
suegra a pasar las fiestas. Ya teníamos el lugar y, la decoración dejamos la
que había puesto su primo por navidad. Habiendo cumplido nuestra tarea, David
se fue, pero no fue a su casa y lo seguí. Se metió entre unos matorrales que
tapaban un agujero en una valla. La valla daba a un parque abandonado que
habían cercado para que no hubiera peligro, además, al estar tapado por los
matorrales, mucha gente ni se acordaba de qué había ahí.
-¿Te dedicas
a espiarme ahora?- dijo David al escucharme entre los matorrales.
-Perdón.
Estoy preocupado por ti tío. Andas triste como un alma en pena.
-Son
imaginaciones tuyas.
-Entonces,
¿qué haces viniendo sólo aquí?
-No es
asunto tuyo.
-Te has
distanciado, estás triste y, ¿no es asunto mío?
-No, no lo
es. Tal vez sea porque no quiero pasar tiempo contigo.
-¡Ni conmigo
ni con nadie!
-¡Son mis
cosas, ¿vale?!
-¡Encima que
me preocupo!
-Nadie te lo
ha pedido… Déjame solo.
-¡Cómo
quieras!
Salí fuera
del recinto y escuché cómo empezaba a llorar. Me quedé sentado esperando a ver
si salía, pero no fue así. Me levanté y me dirigí a casa, pero cuando anduve
unos pasos, oí los matorrales de detrás y me escondí. Alguien había entrado
donde estaba David. Escuché unos gritos, no me sonaba la voz de la otra
persona, pero era un chico.
-¿Has tenido
el valor de venir?- dijo el chaval.
-¿Qué pasa?
¿No esperabas que viniera?- dijo David.
-Prepárate
para recibir una paliza.
-Inténtalo.
Cuando oí lo
que pasaba entré corriendo para ayudar a David. Estaba asustado, el chaval le
sacaba una cabeza de altura y era mucho más musculoso que él. No pensé en nada
y salí corriendo hacia el otro chaval. David me gritó que no viniera, pero no
le hice caso. El chaval se dio la vuelta y, sin poder reaccionar, aprovechó mi
carrera para darme un puñetazo en toda la cara. Me quedé atontado, sólo oía a
David gritar y el otro, asustado, se fue. David se acercó a mí corriendo, pero
cuando llegó, yo había perdido la conciencia.
Me desperté
en una clínica médica que había cerca del lugar y David estaba a mi lado muy
triste.
-¿Cuánto
tiempo llevo así?- pregunté aún no muy despierto.
-¡Javi! Me
has asustado, eres un tonto.- dijo casi llorando.
-No pasa
nada, tío.
-He llamado
a tu madre, no estaba cerca, pero tiene que estar al caer porque hace media
hora que la llamé.
-¡¿Llevo
inconsciente media hora?!
-Sí…- dijo
empezando a llorar. – Ha sido mi culpa.
-No te
preocupes más, estoy bien.
-No, no lo estás,
estás loco, te dije que no hicieras nada.
-Ahora
podrías ser tú el que estuviera tumbado.
-Lo hubiera
preferido.
-No digas
tonterías. Aún me duele la cara.
-Lo extraño es
que no te ha roto nada…
En ese
momento, mi madre entró en la habitación gritando.
-¡Javi,
Javi, cariño! ¡¿Estás bien?! – dijo mi madre muy asustada.
-Sí mamá,
estoy bien.
-¡Me tenías
muy preocupada! ¡He venido corriendo desde que me llamó David! ¡Ya no estoy
para sustos!
-Lo siento,
sólo quería ayudar a David…
-Es culpa mía
Carmen- dijo David arrepentido.
-No te
preocupes David, no deberíais meteros en líos. Vete a casa, yo me quedo aquí y
ya hablo yo con el médico.
-Vale… Javi,
llámame cuando llegues a tu casa.
-Lo haré- le
dije sonriendo para que se animara.
David se fue
de la habitación y yo me levanté de la cama lentamente. Mi madre fue a hablar
con el médico, que llegó al rato a la habitación. Me hicieron unas pruebas por
si tenía alguna secuela o algo mal en la cabeza. Todo estaba bien, solo tenía
un gran moratón entre la frente y el ojo derecho. Me dieron una pomada para el
moratón y volvimos a casa. Mi madre me venía echando la bronca por meterme en
líos y preocuparla, pero después me abrazó porque estaba bien y no me había
pasado nada. La preocupo demasiado.
Cuando
llegué a mi casa, llamé a David como le prometí. Se alegró de que lo hiciera,
pero cuando le pregunté el porqué de la pelea su voz cambio y no me respondió.
-Ya te lo
contaré mañana. – dijo apenado.
-Bueno,
vale, siento sacar el tema.
-Es normal,
yo también lo haría.
-Bueno,
mañana nos vemos, ¿no?
-Sí, me vas
a acompañar a casa de mi primo, ¿no?
-Sí, por eso
te lo digo.
-Vale, pues
hasta mañana.
-Hasta
mañana.
En ese
momento, mi hermano Sergio de 15 años vino hacia mí.
-¿Qué te ha
pasado en la cara?- me preguntó.
-Nada, me
han dado caricias.- dije irónicamente.
-¡Qué tonto
eres!
-¡Tus
preguntas sí que son tontas!
-Paso de ti.
Me metí en
mi cuarto para que me dejase en paz. ¡Qué pesado es! Me apetecía leer un rato,
cogí un libro y abrí una página al azar.
Te quiero.
Te lo he dicho con el viento,
jugueteando como animalillo en la arena
o iracundo como órgano impetuoso;
Te lo he dicho con el sol,
que dora desnudos cuerpos juveniles
y sonríe en todas las cosas inocentes;
Te lo he dicho con las nubes,
frentes melancólicas que sostienen el cielo,
tristezas fugitivas;
Te lo he dicho con las plantas,
leves criaturas transparentes
que se cubren de rubor repentino;
Te lo he dicho con el agua,
vida luminosa que vela un fondo de sombra;
te lo he dicho con el miedo,
te lo he dicho con la alegría,
con el hastío, con las terribles palabras.
Pero así no me basta:
más allá de la vida,
quiero decírtelo con la muerte;
más allá del amor,
quiero decírtelo con el olvido.
Te lo he dicho con el viento,
jugueteando como animalillo en la arena
o iracundo como órgano impetuoso;
Te lo he dicho con el sol,
que dora desnudos cuerpos juveniles
y sonríe en todas las cosas inocentes;
Te lo he dicho con las nubes,
frentes melancólicas que sostienen el cielo,
tristezas fugitivas;
Te lo he dicho con las plantas,
leves criaturas transparentes
que se cubren de rubor repentino;
Te lo he dicho con el agua,
vida luminosa que vela un fondo de sombra;
te lo he dicho con el miedo,
te lo he dicho con la alegría,
con el hastío, con las terribles palabras.
Pero así no me basta:
más allá de la vida,
quiero decírtelo con la muerte;
más allá del amor,
quiero decírtelo con el olvido.
Luis Cernuda.
¡Vaya! Tenía
que coger el libro de poesía de la generación del 27 y abrirlo por Cernuda… con
lo triste que son sus poemas. Cerré el libro y miré el ordenador a ver si tenía
algo nuevo y dio la casualidad de que Alex empezó a hablarme.
-Ey, ¿Qué
tal?- me preguntó.
-Hola, pues
regular.
-¿Por qué?
-Pues,
estábamos David y yo buscando el lugar, bueno y lo encontramos, pero David se
fue y lo seguí.
-¿Lo
seguiste?
-Sí. Se
metió en un parque abandonado que hay en el otro lado de la ciudad y entré
atrás de él, pero se enfadó y me echó. Esperé
a ver si salía, pero no salió y entró un chaval muy musculoso con el que
empezó a gritarse.
-¡Qué dices!
-Luego iba a
pegarle a David, pero yo me metí y el que recibió fui yo.
-¿Estás
bien?
-Sí, sólo
tengo un moratón.
-Joder, ¡qué
mal!
Seguimos
hablando un buen rato. Alex me contó su tarde, le había tocado comprar las
bebidas con Ángel, ya que ambos tenían un lugar para esconderlas. Hablamos de
muchas más cosas, pero no me acuerdo de cuáles, hasta que mi madre me llamó
para cenar.
Cuando cené,
me puse a ver la tele, estaban echando una película muy buena y quería verla.
La película acabó tarde y cuando volví a mi cuarto lo único que quería era
dormir, así que me acosté y pensé en el porqué de la pelea de David y el otro,
y en lo que tenía que decirme, pero eso no me impidió quedarme dormido al poco
tiempo de acostarme.
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